GEMMA GALGANI 22 DE NOVIEMBRE DE 2014


GEMMA GALGANI

 

La Unidad dentro de la dualidad

 

22 de noviembre de 2014 Trasmitido por Christine

 

Soy Gemma Galgani. Hermanos y hermanas en humanidad, mi presencia en vosotros, a vuestro lado, es la de mi vibración, la vibración de la Unidad, la que está más cerca del Cristo, la que está más cerca también de Mikaël. Soy en cierto modo, el puente de Cristo a Mikaël y también en vosotros, un puente que debéis tomar, aunque no exista la Unidad.

 

Tuve la oportunidad, durante muchos años, de daros a entender, a comprender, y a experimentar lo que es la Unidad dentro de la dualidad. Esta aspiración a la Luz, esta aspiración a Cristo, haciéndoos reencontrar una Felicidad sin objeto, una Paz sin igual, un espacio de resolución donde no puede existir ni el menor antagonismo ni la menor oposición. Para aquellos de vosotros que tuvisteis la oportunidad de recibir mi Presencia, o mi acción, a menudo a través de un velo blanco de Luz, es lo que os permitió experimentar, de algún modo, el sentimiento de la Unidad, la comprensión de la Unidad, pero también se vive por episodios, por momentos, o de manera definitiva. Esta Unidad es la que os hace trascender la ley de la dualidad, la ley del antagonismo y de la oposición.

 

La Unidad confiere la Paz, confiere la calma, confiere la vacuidad de lo que hace habitualmente la organización, la gestión y el desarrollo de vuestras vidas en este mundo. La Unidad no es un concepto aunque pueda serlo. La Unidad no es una oposición a la dualidad. La Unidad, es respirar y vivir la Alegría, la ligereza, la facilidad, donde nada llena más el campo de la conciencia, que la Luz, expresada por algunas de mis Hermanas y algunas de mis Hermanos ancianos por esta Presencia Infinita o esta Última Presencia. Pero volverse la Paz, hacerse Uno, no es ir de uno al otro, es ser esto a cada minuto, en cada soplo, en cada momento, en cada encuentro, en cada instante.

 

La Unidad, al igual que lo que fue llamado el Absoluto o Último, no es ni una meta ni una línea de llegada, sino mucho más: “un estado” que se estabiliza cada vez más, o que se aleja cada vez más. Por supuesto, hubo marcadores y primero delante de este, durante este período de duración de casi un año, es la puerta Unidad, la que está en vuestro cuerpo, que es la Puerta del Espíritu, situada, os lo recuerdo, por encima del seno izquierdo. Esta Puerta Unidad que es mi vibración y que es pues la vuestra.

 

En el momento en el que el Canal Marial se desliza y penetra en vosotros, tal vez sentisteis un dolor o una molestia, en esta zona de vuestro Templo. La Puerta Unidad forma parte, como sabéis, de lo que fue llamado he aquí mucho tiempo la Nueva Eucaristía. La Unidad, cuando es vivida, y no solamente en el sentido de una experiencia sino totalmente en cada soplo y en cada instante, os confiere y os da la Paz, la Paz en vosotros pero también en lo que emana de vosotros. La Paz, es también el momento en el que no os hacéis indiferentes al mundo, donde no os apartáis del mundo sino donde todos los velos de este mundo son quitados, para devolveros a vuestra clara visión, la de vosotros mismos, la de la Alegría, ahí donde sopla el Espíritu, tanto en su Fuego, como en su Agua, como en su Tierra y como en su Aire, al nivel de los elementos por supuesto, que no tienen ya nada más que ver con los elementos tal como lo vivisteis dentro de este mundo sino unos elementos magnificados, ya sean llamados Jinetes o como los llamó el Comendador de los Ancianos, los Hayoth Ha Kodesh. Poco importa el nombre; lo que importa no es nombrar, lo que importa no es comprender; lo importante es de dar, de dar-Se, ¿pero a quién os consagráis? No al otro, no a una autoridad exterior, sino a vosotros mismos sino al Cristo. Y cuando hablo de Cristo, no formalicéis las palabras, ya lo dije, bien lo llaméis Luz, bien lo llaméis Sol, cualquiera que sea la representación, la historia, o la manifestación que, para vosotros, evoca esta absoluta blancura, esta pureza absoluta.

 

La Unidad es la manifestación de la vida que no está ya encerrada ni presa en ningún concepto, en ninguna idea, en ninguna suposición ni en ninguna interrogación. Ser esto, ser eso, es no estar ya afligido por ningún peso quedando presente en el seno de este peso y de esta densidad, sino magnificado y transformado, no por vuestra voluntad, sino por la voluntad de la Luz, la voluntad del Cristo, llamadla como queráis, y esta voluntad del cielo no es ya una voluntad en el sentido humano, es una evidencia, una evidencia y una transparencia, algo que va a conduciros a fusionaros con vosotros mismos, entre el Eterno y lo efímero, entre vosotros y otro vosotros, entre vosotros y nosotros, entre vosotros y los Ancianos o vosotros y los Arcángeles, hasta el momento en que todo esto se disuelve en la misma Unidad, en la misma conciencia si puedo expresarme así, ahí donde no existen ninguna separación, ninguna división, ninguna anticipación, ninguna proyección, ninguna historia, ningún sufrimiento sino la mordedura de Amor que os consume en el Fuego para el Cristo y para nada más.

 

En este espacio, no hay lugar para ninguna lucha, no hay ningún lugar para la dualidad, no hay ningún lugar para la sombra, porque la Luz y el Blanco llenan todo, no dejando ninguna sombra, no dejando transparentar ninguna desviación. Es también la transparencia del cristal, es la disolución del alma, su desaparición en provecho del Espíritu. Esto abre en vosotros todos los posibles, todos los posibles que no necesitan ser manifestados o actualizados porque representáis, a vosotros sólo, la suma de todas las experiencias de este mundo como de todo mundo.

 

La Unidad es la sonrisa a la Vida, la sonrisa a la Eternidad, la sonrisa también a lo que parece como dual y doble, que esto sea las fuerzas de oposición, las fuerzas de seducción o las fuerzas del encerramiento de este mundo, poco a poco, por toques, por etapas o de manera violenta, habéis concluido, por lo que vivíais, una serie de cosas. La Unidad os condujo a las puertas de la Eternidad. La Unidad os conduce a esta transparencia, a esta Humildad, a esta Sencillez, por supuesto, pero también a esta famosa desaparición. La Unidad es ante todo irremediablemente ligada a lo que es llamado, por nuestras Hermanas orientales, él Sí o Atman si preferís, de Atman a Brahmán, a la energía de Brahma. La Unidad es pues ligereza pero también un espacio no cerrado, ahí donde no hay más lugar para poner la menor sombra, la menor memoria, el menor porvenir porque todo es resuelto cuando el Arcángel Anael llamo Hic y Nunc, Aquí y Ahora o el instante presente, si lo preferís.

 

La Unidad disuelve lo que debe serlo y disuelve sobre todo lo que pueda frenaros por las resistencias de cualquiera naturaleza, para dejar todo el lugar al Amor, no para acoger el Amor; más que acoger el Cristo, volverse El-mismo, por un acto de fusión, de matrimonio, que evoca por supuesto el matrimonio místico, el matrimonio místico con vuestro cuerpo de Êtreté, con vuestra mónada, con María y conmigo, es sólo la resolución de vuestras propias resistencias, vuestros propios miedos y como decía el Comendador, ¿hay miedo o hay Amor? No puede haber los dos, y cada vez menos.

 

Pero si hay miedo, ella no está ahí y emerge sólo para hacer tomar conciencia de esta famosa distancia que puede aún existir entre lo Eterno y lo efímero, entre la oruga y la mariposa, pero esta distancia misma, lo sabéis, es sólo una ilusión construida por el ego y la separación con el fin de entretener, en el seno de este mundo donde pusimos los pies y donde aún tenéis vuestros pies, de mantener la dualidad, la alternación de sufrimientos y de alegrías, la alternación de enfermedad y de salud, todo lo que conocéis como mecanismos de alternación, incluso en la alternación de vuestras noches y vuestros días y vuestras estaciones; existe en vuestro interior la misma alternación.

 

Es la alternación que debe modificarse, radicalizarse luego desaparecer. Es también el momento en que la tierra parará su movimiento. Esto os fue anunciado de diferentes modos y por diferentes vías. Existen varias explicaciones pero las explicaciones en sí mismas no son nada más que para calmar, para comprometer en cierto modo donde habéis ido hasta aquí, donde estáis realmente, no en lo que pasa, no en lo que muere, sino en lo que no conoce nada de todo esto. La Unidad, es también la estabilidad, no en este mundo, por supuesto, sino la estabilidad que es forjada por el contacto con el Espíritu, permanente y cada vez más intenso.

 

El encuentro con la Luz, vuestro encuentro y vuestros encuentros múltiples con la Luz construyeron un cuadro con pequeños toques de diferentes colores, de diferentes impulsos, de diferentes luces, de juego de sombra y de luz. La Unidad sería como un cuadro donde no existe ninguna sombra, ni forma, y sin embargo donde todo está incluido como en un gran todo, pero el cuadro en este mundo no es la Verdad. Sólo hay una proyección sobre una pantalla ilusoria de algo que sólo hacer pasar, y morir. Mi vibración, mi Presencia os son adquiridas, las unas y las otras. Si en vosotros parece manifestarse el sentimiento de ser doble, es decir de ser, a la vez, este Ser eterno y este ser efímero, y a veces de combatiros vosotros-mismos entre estos dos aspectos vuestros, entonces mi vibración, por la puerta Unidad y por el Canal Marial es la ocasión de permitiros ir a trascender todo esto en vuestro interior, no por vuestra voluntad, no por un Abandono sino por lo vivido en el instante presente donde todo se celebra simultáneamente en este mundo como en otros.

 

La Unidad no tiene que ser adoptada como concepto ni como pensamiento, ni como afirmación. La Unidad se deriva directamente de vuestra Humildad, de vuestra Sencillez y por supuesto de todos los procesos vibratorios que se os mostraron, más o menos intensamente durante estos años. Os llamamos a menudo los Niños de la Ley del Uno, Semillas de Estrellas y otros nombres, porque ninguna Unidad puede subsistir de manera evidente dentro de este mundo, de manera manifestada al exterior, pero que es completamente posible en el interior, permitiéndoos justamente  transcender esta distancia, esta barrera ilusoria entre el interior y el exterior. Esta Unidad, acompañada de la Humildad os va a permitir ver claro, ver claro en vosotros como en el cuadro que se levanta y que pintáis por toques, que representa el conjunto de vuestra vida dentro de este cuadro o de esta prisión, si lo preferís.

 

La Unidad es un estado de Alegría que concurre al estado de Gracia, concurre también al reflejo, porque de esta confrontación entre vosotros en lo efímero, y en el seno del eterno, se manifiestan unas evidencias pero también unas resistencias. Ya se celebren, evidencias o resistencias, no luchéis, no resistáis más que eso. Contentaos con dejar vivir lo que se vive, porque no sois lo que se vive. No podéis ser lo que se vive y ser la Vida. Ser la vida, no es vivir vuestra vida, es dejaros vivir por la Luz, y no es del todo descanso. Está lejos de ser un acto de cobardía o incluso un acto de valentía. Es ante todo, yo diría, este último abandono, esta trascendencia, incluso esta resistencia que os permite no ignorar pero sí sobrepasar y trascender, no por un esfuerzo, no por una intervención, exterior o interior, sino por el sentido de la evidencia.

 

Muchas hermanas fuimos a hablaros y entreteneros de la evidencia de la Luz y de la Unidad. Muchas fuimos a daros nuestro camino y nuestra vivencia, no para identificaros sino para daros la oportunidad de ver, el conjunto de los posibles, lo que podría llamar los doce caminos o los veinticuatro caminos, lo que reencontráis en ciertas tradiciones primordiales antes de que éstas sean alteradas. Es, si lo preferís, lo que se llama los veinticuatro senderos de Luz, como los veinticuatro Ancianos o como las doce Estrellas, como las doce Puertas sobre vuestro cuerpo y como las veinticuatro Puertas de vuestro cuerpo. Este conjunto de doce y de veinticuatro reconstituye la Unidad, esto lo sabéis.

 

Os remito para esto a lo que se dicho hace muchos años, por los guardianes de la Intratierra en esta obra que se llama «la Humanidad en devenir». Hubo que trazar, en cierto, modo un camino, para daros cuenta que no hay camino. Hay que recorrerlo para verlo hasta el final. La Unidad, es también como un toque del cuadro, reunir los pedazos dispersados, los diferentes fragmentos de vosotros-mismos en el seno del efímero como de sí mismo en el seno de la Eternidad. Es salir de la fragmentación, salir del encerramiento pero cuidado de no querer establecer esta cesación de fragmentación, esta cesación de tabiquería dentro de este mundo porque vuestro reino no es de este mundo. Hasta diría que la Unidad no es de este mundo, incluso si algunos de nosotros, entre las Estrellas, los Ancianos y otros desconocidos trascendieron este mundo y vivieron la Unidad. Pero este mundo, en sus leyes, nunca podrá vivir la Unidad. Daos cuenta de la imposibilidad de vivir esta Unidad a una escala colectiva mientras haya fragmentación, mientras no estén re-unificados unos con los otros y a vosotros-mismos, y con Cristo.

 

Cristo os decía «Mi reino no es de este mundo». Él os decía también «estáis sobre este mundo pero no sois de este mundo». ¿Es que por eso debéis rechazar la Tierra en su esencia? No. Pero no olvidéis a vuestra Madre, ni a vuestra Fuente, ni a vuestro Padre. No es uno o el otro, son ambos. Fusionar en la misma resolución y en la misma Unidad. Si estáis en Unidad a menudo, el estado de la Unidad se instalará, no solamente en los momentos de Samadhi, es decir de interiorización, sino incluso en la manifestación en este mundo cualquiera que sea el lugar donde os llevan vuestros pasos y vuestros pensamientos. Nunca es olvidar, en cada inspiración y cada expiración, esta Eternidad, el Cristo si preferís.

 

La Unidad es también un don y como tal, debéis ser el don. No hablo, por supuesto, de cualquier don. No hablo de los dones ligados a la materia sino que hablo del don de vuestro Espíritu y de vuestra alma a la Eternidad. Vuestro don tanto tiempo como persona efímera. Poner fin a la fragmentación, no es volver a pegar los pedazos para hacer un todo armonioso. Es sobre todo y ante todo hacer desaparecer la separación. Reencontrar la Unidad, no es solamente juntar los pedazos sino ponerlos en sintonía, hacerlos funcionar con el mismo Aliento, la misma Verdad, el mismo arranque y el mismo Fuego. La Unidad, al igual que la Infinita Presencia o la Última Presencia os llevaron, si puedo decir, a las fronteras de los que sois. La Unidad no puede en ningún caso oponerse a la dualidad, sino ella-misma vuelve a ser dualidad. No hay otra alternativa y otra posibilidad que esto.

 

Entonces, durante el espacio y el tiempo en que estamos reunidos, hoy u otros días, vamos a fusionarnos en el seno de la Unidad que es, os lo recuerdo, uno de tres componentes de la Nueva Trinidad o Nueva Eucaristía. La Unidad es en cierto modo el punto central de donde se edifica el lienzo de la Eternidad. La Unidad es ligereza, os lo dije, os lo repito. Esta ligereza podría ser traducida con palabras a connotaciones más orientales, podríamos llamar la vacuidad. Es el espacio donde no hay ni pensamiento, ni emoción, ni reacción, a lo que sea. No es por eso la desaparición sino que es lo que permite conduciros a vosotros-mismos, de acuerdo con la Fluidez de la Luz, con la Gracia y sobre todo con la Alegría.

 

La Unidad se vive. Ella os llena de Alegría, os satura de Alegría, puede daros a veces la impresión de fragmentarse pero no es una fragmentación, es una desaparición. No queda más, como después de una fragmentación, un conjunto de pedazos sino que sólo queda un todo que es mucho más que la suma de los pedazos ya que está incluido, en este momento y solamente en este momento, la totalidad del Cristo. Retened esta noción de ligereza y de evidencia. La Unidad os da a ver vuestra propia actividad dentro de la Ilusión, en el seno de la dualidad. Ella os da a ver, no solamente vuestras acciones, sino vuestros mecanismos de acción, en cierto modo, los mecanismos que están en vosotros y que se expresan. Esta expresión concierne también a la Unidad misma, que todo lo que hace resistencia a la Unidad, todo lo que no fue quemado en totalidad, por el momento tal vez, por el Fuego del Amor. La Unidad es indisociable del Amor. Si no, no hay el Amor. Pero un amor condicionado o condicional, un amor de circunstancias y no un Amor espontáneo y de evidencia. Todo esto, lo escuchasteis y vivisteis de diferentes modos.

 

Hoy, en esta fase de la Obra al Blanco, se realiza como lo sabéis, al nivel alquímico, la última etapa que es mucho más que una sublimación. Esta Obra al Blanco corresponde también a lo que fue llamado por el Comendador de los Ancianos la “Asignación Vibral”. No estáis ya en el período de elegir, estáis en el período de la manifestación de vuestra elección. Todo esto fue largamente y ampliamente desarrollado pero está bien volver a ponerlo al día. Él está hoy, en este matrimonio místico, cualesquiera que sean los nombres que le pongáis, que esto sea la Gracia, que sea una Celebración, que sea un Femenino sagrado, todo esto representa en definitiva la actualización, o no, de la Unidad, la que es posible vivir dentro de este mundo como Esposo o Esposa del Cristo o como Absoluto.

 

La Unidad también cambia el conjunto de vuestros mecanismos, como os habló el Comendador de los Ancianos, esto es evidente. Si no veis claro en vosotros, mirad simplemente, entre los escritos y los testimonios, de vuestros hermanos y hermanas que os precedieron antes de esta época particular, que esto sea de mi tiempo o anterior, que sea en Oriente como en Occidente. La Unidad puede manifestarse de diferentes modos, puede ser declamada por poemas como uno de los Ancianos llamado RUMI, puede ser conceptualizada no para crear algo, sino tratar de transmitir la evidencia de este Silencio de la Unidad. Hoy, esta Unidad os da a ver, por una iluminación cada vez más violenta para vosotros o para los demás, y cada vez más preocupante o aún estabilizante, del Amor y de vuestro lugar en el seno del Amor. Lo sabéis, sois todos unos libertadores ¿pero estáis Liberados? No es un juego de palabra. Ser libertador quiere decir liberar a los demás. Es un don del Sí al Amor y para el Amor. Es el don de la Gracia que compartís con otro Corazón.

 

Hoy, por supuesto, la Luz os pide, y respondisteis o responderéis: « ¿Quién sois?» Y a través de lo que vivís, no en un hipotético futuro, no en una hipotética fecha sino en el instante de vuestra carne y de vuestra consciencia, posicionáis en vosotros elementos que os dan a ver, en vosotros como para vuestros hermanos y hermanas, ahí donde estáis y ahí habéis decidido estar, porque no hay ninguna posibilidad de error, incluso si lo que llamáis personalidad puede resistirse a veces en lo que ella cree no reconocer o no aceptar. Son sólo convulsiones finales, que no son nada comparado con la Eternidad y que sólo traducen, la falta de humildad y de desaparición.

 

Entonces, la Obra al Blanco, pasa también, por supuesto, por la Onda de Vida, pasa por todas partes del cuerpo. Ya no es circulante. Simplemente ya no está solo presente por diferentes lugares, que se pare en las Lámparas de abajo o sube hasta las Lámparas de arriba. Es más que eso. Es un espacio donde no hay más diferencias, que para el ego como para él Sí, es sólo la ausencia de posibilidad de evolución. El alma y el cuerpo se creen imperfectos, los que están en este mundo pero que en realidad no lo están. Todo esto se pone en marcha. Lo vivís cada día, en cada aliento, todo esto se celebra bajo vuestros ojos con a veces implicaciones o no-implicaciones que vienen en cierto modo a presionaros, no para desestabilizaros sino para pediros, en cierto modo, entrar aún más en vosotros-mismos, porque la única Verdad está en vosotros, ella nunca estará ni en mis palabras ni en las de Cristo, sino en este contacto silencioso, este Encuentro silencioso y este Matrimonio silencioso. Porque en cuanto hay palabras hay dolor, y cuando hay Silencio hay Plenitud de la Unidad.

 

Es en este sentido que desde ya más de un año, os invitamos a volveros hacia vosotros-mismos en el Silencio, que estéis solos o en grupo, pero a no mostrar más, a sólo manifestar lo necesario, lo que es la personalidad que os resulta muy útil; sin embargo, que esto sea a través de vuestros conocimientos, que sea a través de vuestras actividades en este mundo pero que no os son de ninguna utilidad para ser la Luz, incluso si la recibisteis, incluso si la dejáis pasar a través de vosotros con la más grande de las transparencias. Ser la Luz no es solamente vivir la Luz, ser unitario no es solamente reivindicar la Unidad sino es probarlo, tanto por vuestros pensamientos, tanto por vuestras palabras como por vuestros silencios o por vuestros sueños o por vuestras vibraciones. En la Unidad, no hay lugar para la menor emoción. En la Unidad, no hay lugar para la menor agitación. En la Unidad, no hay lugar para el karma. No hay lugar para el pasado ni para el porvenir. Es a esta condición que la Unidad ella-misma se hace Absoluta. Pero mientras la Unidad no vivió su propia redención, hay aún fragmentos, hay aún pedazos, hay aún resistencias.

 

Esto lo vivís, lo sintáis, o ¡no! según donde estáis, y ahí donde estáis es vuestra atribución, ya que no hay evolución, si tal es vuestra vivencia. ¿Por qué necesitaría moverse lo que fuera para mejorar lo que sea? Este tiempo fue un tiempo. Ya no es más de este tiempo del instante presente. Las leyes de vuestro aprendizaje, incluso las dadas en lo que fue llamado “Autres Dimensions”, ya no tienen más curso ahora. Descubrir la Autonomía y la Libertad y vivir la Unidad, es trascender todo esto, no como un error sino como un apoyo que os permitió no equivocaros, ver claro en vosotros como por fuera, incluso si aún pueden existir unos períodos y momentos de confusión. De esta confusión, de estas vacilaciones, saldrá algo mucho más vasto, a condición de que no añadáis vuestro grano de sal en la percepción inmediata de lo que es vivido.


Es esto también ser observador. Es dejar desarrollar lo que debe desarrollarse, no como en un fatalismo ligado a la personalidad o una dimisión ligada a la personalidad sino como una Trascendencia total de la forma, de esta forma y de esta conciencia. He aquí algunas palabras que sólo completan, como siempre, lo que pude deciros durante estos años o durante las comuniones que vivimos. Hay que ir mas-allá de vosotros-mismos pero no veáis esto como un desplazamiento sino muy justamente como la ausencia de todo movimiento. En el Samadhi más intenso tal como pude vivirlo durante mi juventud, tal como lo vivió mi hermana Ma, estáis absorbiendo en totalidad, en integridad en esta beatitud.

 

¡Es ahí! donde encontraréis a la vez el lugar del descanso pero también el lugar del Amor, con el fin de que este Amor no sea limitado a este lugar sino que se haga la totalidad de quien sois. Y para esto, no hay otra alternativa que desaparecer, y  renacer a la verdadera Vida, de dejar, como decía Cristo «los muertos enterrar a los muertos» porque los que murieron lo decidieron, porque necesitan todavía más fragmentación, más evidencia para tomar apoyo aún más bajo -esto es una imagen- antes de remontar. Vivir vuestra vida o dejar vivir la Vida tiene implicaciones profundamente diferentes. La dualidad os devuelve a la dualidad, al juicio, a la discriminación, a la vigilancia. La Unidad os remite a la Simplicidad, a la Evidencia y a la Gracia, donde cada evento, al interior como al exterior, es vivido cualesquiera que sean la intensidad, la alegría o el dolor, como la evidencia de lo que debe ser.

 

Entonces, efectivamente como los Ancianos os condujeron, primero hay que observarse, luego volverse el testigo de lo que es observado y luego incluso el testigo desaparece con el Cristo, porque no hay nada más que testimoniar en este mundo que volver propio, por vuestra única Presencia, de vuestro propio testimonio. Esto sobran las palabras, esto pasa de roles, esto pasa de toda desviación. El Amor es, no necesita de otra cosa que Ser. Y sobre todo no necesita de vosotros porque ya lo Sois.

Entonces entended bien que los combates contra vosotros-mismos, que los combates contra vuestro defecto, cualquiera que sea el combate que pensáis llevar, ningún combate os conduce a Cristo. El camino más directo y más seguro es la Humildad porque éste, esta Humildad, no pasa por la cabeza en ningún momento, porque la Humildad sólo puede nacer en el pecho y en ninguna otra parte. Ningún concepto, ninguna idea, ninguna emoción, ninguna justificación puede conducir a esto. Propongamos y vivamos un instante de fusión. 

 

Soy Gemma Galgani. 

 

…Silencio…

 

Soy Gemma Galgani, la Estrella Unidad. Con todo mi Amor. Que la Paz, la Luz y la Eternidad sean vuestro eterno presente. Hasta pronto.