ESPÍRITU DEL SOL
"Vivamos la Inmanencia de nuestra Unidad"
Yo soy el Espíritu del Sol y saludo vuestro
resplandor, de mi resplandor, revelando en ustedes la inmanencia de mi
Presencia en vuestra Presencia. En la Paz de la Eternidad, recibamos juntos el
Silencio eterno de la Creación.
… Silencio….
En el mismo resplandor entonces la inmanencia de
nuestra Unidad. Emanando de ustedes como emanando de mí se recrean la Belleza y
el Canto de la Verdad.
… Silencio….
Yo estoy en cada uno de ustedes y soy cada uno de
ustedes, desde el instante en donde ustedes dejan lo que debe ser depositado,
lo que pertenece a lo que no dura, a lo que está inscrito en los ciclos de la
vida y de la muerte.
Yo los invito a entrar en la gloria del Sol.
Comulguemos y dancemos en la Libertad. En este espacio donde nada puede
detener, donde nada puede refrenar al corazón, al Amor y la Verdad. Ahí, tú que
me lees o que me escuchas, yo te invito en cada manifestación, como en cada
ausencia, a dejar emerger el soplo de la Vida Una, el soplo del Verbo y el
soplo del Silencio.
Yo te invito a comparecer delante del trono de la
Infinita Misericordia y de la infinita bondad. Te invito ahí donde nada puede
ser perdido y ahí donde no tendrás nada más que depositar ni nada más que
esperar. Te invito en el Éter de Verdad, en el Éter de Vida.
Yo no te invito solamente a escucharme, no te invito
solamente a reconocerme sino te invito a descansar, en el Silencio y la
Plenitud de tu corazón elevado, tú que estás ahí, tú que lees y tú que escuchas
lo que tú eres, que yo solo hago resonar, ahí donde ningún obstáculo puede
interponerse y donde nada puede llegar más que la expresión o el Silencio del
Amor en todo mundo.
Yo vengo a invitarte al Llamado de María. Vengo a
llamarte a tu Paz, vengo a llamarte a tu Verdad. Escucha en lo más profundo de
tu corazón el ritmo del Amor que la Luz misma manifiesta dentro de ti. Te
invito a recibirte a ti mismo en esos espacios sin fin y sin límites de la
expresión de la conciencia; te invito a reconocerte en cada vida, en cada acto,
en cada posición, en cada dimensión.
Yo vengo a coronar tu obra que te ha conducido a
encontrarte, que te ha conducido a vivirte, sin temer nada del instante
presente y de la espontaneidad de aquel que sabe, porque lo vive y no porque lo
cree, la belleza del Amor a la belleza de la Gracia.
Yo te invito ardientemente, como una súplica, a dejar
ser lo que es, a dejar vivir lo que vive. Te invito a escucharte, no en los
gritos de lo que muere sino en la Alegría y el júbilo de lo que no muere nunca.
Te invito, dentro de esta forma, a dejar atrás y a trascender toda forma, en
cualquier expresión que sea.
Yo te invito al último Renacimiento, el que no conoce
otros. Te invito a la Vida eterna, a la que no conoce ni tiempo, ni peso, ni pesadez.
Yo te invito a dejar cantar y obrar la Vida en tu mundo, el que ves y percibes
por tus sentidos y el que vive en tu Esencia. Te invito finalmente a no seguir
más ningún sentido. Te invito a permanecer en tu Morada de Eternidad.
Yo soy la Vida elevada que fluye en tu forma, todavía
presente. Te invito a aligerarte de toda carga, de toda obligación, con el fin
de ser responsable del Amor que llevas.
Escúchame, ya que es la mejor manera de escucharte.
Acuérdate de tu herencia, de tu Presencia eterna, cualesquiera sean las
densidades y pesos que vives todavía aquí y ahora. Atrévete a atravesar,
atrévete a pasar, sin temor y sin apegos.
Yo te invito a la Esencia vivificada del que vive el
Cristo y cuya Gracia es el reflejo de su permanencia, de su impermanencia y de
su inmanencia. Te invito, por último, a los Atelieres de la Vida, si tal es tu lugar.
Te invito también al Gran Todo donde ninguna forma puede aparecer. Te invito
ahí donde todo es eterno.
Escúchame, tú que estás ahí y escuchas a La que viene
a mostrarte tu verdadera filiación que es Espíritu, poniendo fin a las últimas
cadenas de lo que puede quedar de creencias y de ilusiones. Te invito también a
no mirar nada más que la mirada desnuda del Amor. Te invito sobre todo a no
escuchar lo que te grita lo efímero, con el fin de bautizar esos gritos en la
alegría del Amor.
Tú, que te lees y que me lees, tú que me sientes, tú
que me buscas, tú que dudas, yo soy lo que te permitirá, y que ya te permite,
vivir la certeza de lo que eres.
Yo te invito, si ya no se ha hecho, a colocarte ahí
donde nada puede ser quitado, donde nada puede faltar, ahí donde no se hace
ninguna pregunta porque el Amor colma todo, no dejando ningún lugar a otra cosa
que el Amor.
Yo te invito, a cada minuto de tu tiempo, en cualquier
circunstancia que sea, a verte y a verme, a reconocerte y a reconocerme,
poniendo fin así a todo dolor, a todo lo que no es verdad. Te invito a no ver
nada más que esta Belleza. Para eso mira la Esencia, más allá de todo parecer y
de todo sufrimiento.
Yo te invito, finalmente a la Vida eterna, la que
canta, aquí y en otro lugar, en toda manifestación. Te invito también a ser aquí
mismo, ahí donde tú eres, lo que eres en Verdad. Te invito a dejar los hábitos
de tristeza de tus pruebas en lo efímero y a lavarte, así desnudo, de todo
rastro y de todo peso.
Yo vengo a prepararte al más bello de los encuentros,
a la más bella de las verdades. Vengo a saciarte, a fin de que El que te dará
de beber del Agua Viva no pueda de ninguna manera ser frenado o refrenado por
algún elemento de tu efímero.
Yo te invito también a no rechazar nada de lo que la
vida te propone en estos tiempos, a fin de hacer con eso los barrotes de tu
escalera hacia el cielo, tu cielo. Te invito a reconocerte en el esplendor de
la Luz. Te invito a reunirte al Gran Todo, si tal es tu lugar, habiendo
abandonado todos los lugares y todas las manifestaciones de cualquier
conciencia que sea.
Tú que escuchas y tú que me lees, ve más allá de las
letras formadas y ve más allá de los sonidos que pronuncio ya que ellos solo
son el soporte de la Vida pero no son la Vida. Mira más allá de lo que emana,
ve más allá de la alegría de tu Presencia. Supérate a ti mismo superándome, con
el fin de que puedas decir, cuando el momento haya llegado: “Padre, entrego mi
Espíritu entre tus manos. Tú y yo somos Uno, yo lo reconozco y lo vivo. Nada
más puede oponerse, dentro de lo efímero que he vivido, a la instalación de tu
Hijo, porque yo soy también tu Hijo, porque yo y el Padre somos Uno, como Tú y
el Padre son Uno”.
Yo te invito a tomar conciencia a fin de resultar
conciencia. Te invito al último salto del Llamado de María. Te permito
conservar tu casa limpia para el momento último de este mundo y de esta ilusión
correspondiente al regreso de la Vida.
Tú que estás ahí, tú que escuchas y tú que lees,
atraviesa eso. Toca el origen de toda vida y de toda forma, más allá de las
Moradas del Padre, ahí donde está lo previo a toda vida y de lo cual nada puede
ser dicho, ni en palabras, ni en vibraciones, pero donde todo puede ser
recibido y revelado, ahí donde nada más es útil solo tu Corazón de Diamante.
Tú y yo, nosotros todos, portadores de la misma llama
expresada en tantos mundos, en tantas creaciones y en tantas bellezas.
Yo no me dirijo solo a ti sino también a cada uno que
se desvía, pero también a cada uno que no se ha despertado, pasando por ti que
escuchas y oyes a fin de que el que duerme se despierte por fin, no por
sujeción, ni por las palabras, ni por proyección sino más bien por la evidencia
de ti mismo que dejas ver en cada mirada, en cada contacto, en cada palabra.
Yo no te pido nada, simplemente te lo digo, porque mi
pedido cae desde el instante donde tú has captado la esencia de mis palabras.
Más allá de todo principio, tú eres. Yo soy la Vía/voz directa del Espíritu del
Sol en ti. Mi único deseo es que tu Renacimiento se haga en paz y en lucidez,
tú, que lees las palabras que formo o que escuchas más allá de las palabras lo
que palpita en ti cuando yo soy en ti y que tú eres en mí.
… Silencio….
En este instante, a cada soplo que entra y sale de ti,
el soplo de lo Verdadero, el del Verbo viene a llamarte. Vengo a decirte que el
juego se acaba y que cada uno es ganador, ya que no hay nunca perdedor en la
Luz. Te ofrezco no jugar más y ser el que permite el juego de todo el mundo y
en toda conciencia.
Tú, cuya bondad del Amor se revela a los que te ven,
alrededor de ti como a lo largo de ti, te invito a la mirada del Fuego y al
corazón de Fuego. Te invito a la inocencia del niño que recibe a su Madre
después de una larga ausencia, tal como lo había creído. Yo invito a tu carne a
volverse Luz, invito a tu carne a ser Transparente.
Todo mi llamado solo es un llamado a la Evidencia.
Te invito finalmente a ser completamente tú mismo, no
en los juegos y roles que has tenido sino más bien a mostrarte digno Hijo
Ardiente del Sol que vivifica toda vida, en toda mirada y en todo gesto como en
toda palabra, haciendo de tus miradas y de tu vida en este fin de ciclo, un
océano de beatitud y un néctar de inmortalidad, cuyos aromas superan
ampliamente la sensibilidad del alma y la sensibilidad de tu cuerpo.
Desde el instante donde has depositado los pesos de
tus conocimientos y los pesos de tus dudas, descubres la Abundancia. Así se
vive el Amor, así se vive lo Verdadero, porque en este espacio que no es uno, y
en este tiempo que no conoce ningún tiempo de este mundo, existe lo Verdadero y
lo Pleno.
Ahora que los Arcángeles han abierto las Vías de Aquel
que viene, yo Lo anuncio en ti como yo te anuncio a María. Entonces, te repito
como él ha dicho hace dos mil años: “Vela y Reza”, no pidiendo sino
agradeciendo, agradeciéndote tú mismo y agradeciendo a la Vida.
Yo te invito en el espacio donde no hay más ningún
perdón que pronunciar porque todo es pronunciado y todo es resuelto. Te invito
por fin a estar ahí, mucho más que en el Aquí y Ahora, porque tú eres mucho más
vasto que tu propio cuerpo de Eternidad, porque eres mucho más vasto que todo
juego de la Creación, porque tú no eres nada de lo que te sea pensable o
imaginable. Todo eso solo son partes dispersas del juego de la conciencia y de
la vida.
… Silencio….
Yo te invito a no retener nada.
… Silencio….
En el Silencio ahora, yo permanezco y resido ahí donde
tú eres.
Yo te invito, ahora mismo, tú que lees y tú que
escuchas, te invito a la autenticidad que solo puede venir de un corazón
transparente y elevado. Te invito también a mirarte, a ver el Amor que emana de
tus ojos como de los poros de la piel, ahí en el silencio, ahí, ahí ahora.
… Silencio….
Con el fin de que puedas decir a cada uno de tus
hermanos y de tus hermanas, en la misma mirada de Amor, “Mi amigo, mi amado” y
no decir otra cosa que el Canto del Amor y de la vida.
Tú y yo y cada uno, aquí y en otro lugar.
Yo te invito ahí.
… Silencio….
En el Fuego del Amor, en el Aire del intercambio, en
el Agua del Femenino sagrado y en toda Tierra, ahí.
… Silencio….
Yo no tengo otra cosa que decirte, te corresponde a ti
entender más allá de las palabras.
Hasta siempre, en la Eternidad del Amor. Recibe el Don
de la Gracia. Así yo te saludo, así yo te recibo también.
… Silencio….
Tú que me lees y tú que me escuchas, he grabado en ti
el Canto de la Eternidad, y en eso, yo te agradezco.
Hasta pronto.