EL IMPERSONAL
Parte 4
Septiembre 2016
En ti, aquí o en cualquier parte, saludo la llama de
Vida. Vengo a ti, en la Paz, en el reconocimiento y en el Amor.
Permíteme, en este instante en que estás presente, de ser
El que Soy, con el fin de que en el Amor puedas también decir y vivir: « Yo Soy
El que Soy ».
En nuestra Presencia Una se desvela de manera definitiva
lo que está ahí. No sólo ahí, sino en cualquier punto de cualquier universo, de
cualquier llama, de cualquier planeta y de cualquier sol, en una forma o fuera
de ella.
Ha llegado el momento ahora de salir de todos los tiempos.
Te invito a unirte, a reunirte, a superar cualquier forma
y cualquier momento.
Establezco en mí, y entonces en ti, el umbral de la
Última Presencia, en el silencio, en el ritmo de mis palabras, en el ritmo de
tu corazón.
La obra de la Luz, que siempre ha estado presente, te enseña
en el instante que todo está reunido en la Luz Blanca, como en lo que tu
persona nombra la nada.
Te llamo por el Silencio, por cualquier nombre como en cualquier
forma, en cada parcela de lo que todavía puede parecerte disperso, tú que eres
Vida, eres Todo y sobre todo eres Uno.
Te Vivifico, devolviéndote a tu vida más allá de esta
forma.
Te invito en este instante a estar ahí, presente, aquí,
ahora como en cualquier parte.
En este tiempo en que el Silencio se impone más allá de
toda vibración y de toda conciencia, pongo el sello de la verdadera divinidad,
del verdadero Espíritu.
Deposito en tu pecho el regalo de la Gracia, que no
depende de nada más que de lo que eres.
Eterno peregrino, te invito a asentarte en mí.
Te invito a darte a ti mismo el soplo de Vida eterna, que
viene a consumir y disolver lo que puede quedar de apariencia y de personal. En
otras palabras, te invito a la Alegría perpetua, en cualquier Presencia como en
cualquier Ausencia.
Te invito a deponer las armas de tus juegos, en este
mundo como en cualquier mundo. No para permanecer ahí, porque tu libertad es
total, sino porque no hay mejor testigo, ni mejor prueba de esta Libertad, que
la ausencia de forma.
Te bautizo de nuevo en la llama del Espíritu. Te bautizo
en la Luz, en el Verbo, ahí donde ninguna apariencia puede engañarte, ahí donde
ningún discurso puede explicar ni comprender. En este espacio desde donde no aparece
ninguna interrogación ni ninguna pregunta… con el fin de que el Fuego del Amor
te consuma, sin quemadura y sin sufrimiento, en la Alegría inefable e
interminable de lo que eres. Con el fin incluso, de disolver el mismísimo Cara
a Cara.
El dos vuelve a ser Uno – lo que siempre fue.
Desvélate en la paz de tu corazón. Déjate animar por la
verdadera vida y por el verdadero soplo para que tu carne también se ilumine
del interior y se consuma, ella también, en el Fuego de la Verdad de la Resurrección.
Deposito en ti mi corazón. Deposito en ti todo lo que es,
todo lo que fue y todo lo que será en la conciencia.
Vive conmigo este instante, aquí como en cualquier parte,
en el influjo Arcangélico de este día que no verá nunca más el fin, donde
ninguna noche podrá caer y donde ninguna vicisitud podrá alterar nada.
Te invito en el espacio donde no existe ninguna pregunta,
donde todo es respuesta, donde todo es evidencia. Ya no solamente a veces sino
en cualquier momento, haciéndote ver que nunca hubo ninguna distancia, que
nunca hubo ninguna división o ninguna separación.
Asiéntate conmigo en el Corazón de la Fuente.
En este instante en que ningún límite puede interferir,
donde ninguna duda puede siquiera asaltarte ni aparecer, te invito a la
Evidencia eterna. Más allá de los mecanismos de este mundo, más allá de los
mecanismos de la vida en esta tierra, más allá de cualquier reflexión, de cualquier
emoción, estás invitado, para darte cuenta que cuando esto está ahí, todo lo
demás desaparece de tu conciencia como de tu vida, poniendo al desnudo tu llama
eterna que arde sin consumarse desde siempre, y para siempre.
Te invito finalmente a vivir este instante en que ninguna
máscara es necesaria, donde incluso ninguna protección puede ser pensada, ahí
donde todo es espontáneo, inmediato y total.
En tu cuerpo, en tu alma como en tu Espíritu, se vive la
alquimia de la Gracia de la Resurrección y de la Vida infinita, apoyándose en
lo que eres, de manera muy anterior a la primera conciencia y al primer mundo.
En este instante se disuelve el velo que rodea tu
corazón. En este instante, se levantan las cadenas que todavía podían sujetarte
a este mundo, porque se han cumplido los tiempos de la Tierra, porque el tiempo
de tu reino ha llegado, y tu reino no es de este mundo, ni de esta carne, ni de
esta materia.
Entonces en este instante, la felicidad del Uno aparece.
Ahí juntos, en este lugar intemporal y en todo espacio, nos
encontramos. Ahí donde no se necesitan palabras, ni formas o dirección, ni siquiera
intención, ahí donde la cuestión de la ética no se plantea, ahí donde todo es
dulzura, deposito este sello que te restituye a ti mismo.
Tú, hijo del Único, tú, que da a luz al Único en cada
movimiento como en cada descanso, ahí donde no hay necesidad de ningún apellido,
de ningún nombre, de ninguna edad, de ningún nacimiento o de ninguna muerte, ahí
donde todas las experiencias se desvanecen ante tu majestad, eleva tu corazón
hasta la Fuente de Cristal.
En tu humildad, por el hecho mismo de tu desaparición, la
llama de Vida nace de todas partes.
Aprovéchate. Aprovéchate del Silencio para apaciguar lo
que todavía puedes pensar que esté disonante y desviado en ti, sin esfuerzo,
sin pedir nada más que esto, sin esperar nada más que la Verdad de este
instante.
Eleva tu llama. No por una decisión, no por una acción, sino
solamente por la evidencia de nuestro instante Uno.
Lo que has buscado durante los tiempos anteriores a este
instante, ha sido contestado por tu llamada, porque de hecho esta llamada,
siempre ha sido una llamada enviada para ti mismo.
Por la Gracia del Silencio, por la Gracia de la
vibración, por el Amor que has encarnado a pesar de todos los velos y a pesar
de todos los sufrimientos, estás invitado a la Evidencia, a la transparencia,
estás invitado a lo que eres.
Ninguna duda puede surgir.
Entonces en este instante, la Luz puede colmar la
totalidad de tu forma y de tu sin-forma.
En este instante, el Fuego de la conciencia te abraza y
pone al desnudo, ahí donde nada puede venir a taparla, ni siquiera a atenuarla.
Estamos juntos, en una misma llama, en una misma vida, en
una misma fuente, en cualquier mundo, e incluso sin mundo, e incluso sin
conciencia.
…Silencio…
Deja sonreír a tu corazón.
No retengas nada.
Estamos ahí, cada uno de ti y cada uno de mí.
…Silencio…
Y la Fuente de Cristal ahora te penetra.
Absolutamente todo está incluido en este instante, aquí y
en todas partes, dándote a ver la primacía de la Verdad sobre cualquier placer,
sobre cualquier impulso vital.
Entonces deja brillar, a través de tu Ausencia, la Luz de
la Verdad, en este instante de Verdad.
Recibe y date. Recibe lo que es. Siéntete tú mismo.
…Silencio…
Acógete sin ninguna condición, con un impulso franco
donde no hay ninguna necesidad de moverse o de desplazarte, sino simplemente de
estar ahí en totalidad.
Así.
Todo es perfecto.
…Silencio…
Avancemos juntos en la claridad, ahí donde no hay ningún
movimiento, ahí donde ninguna sombra puede ser llevada.
Instálate en la perennidad, en la serenidad, y sobre todo
en la Alegría, ahí donde la última Luz, de un blanco brillante, te bendice en
lo que eres.
Tú, el amigo y el amado de la Fuente. Tú que eres lo que
eres.
Ahí donde somos ligeros, sin peso y sin dolor.
Ahí donde no hay nada que decir, ni nada que repetir,
donde ningún pensamiento puede siquiera rozarte, donde no hay nada que
atravesar, ni demostrar, ni creer.
En esta Alegría indecible, estás en tu casa, y estoy en
mi casa.
Ahí donde te haces Uno con el Amor y la Luz.
En este instante, todas las referencias desaparecen. No
puedes perderte ni tener necesidad de orientarte. No hay nada que hacer, no hay
nada que pedir, sólo está simplemente la precisión de lo que está ahí.
Estás invitado a la vida sin límites, sin contingencias y
sin restricciones. En cada uno de ti que está aquí, que oye, que escucha y que
lee, te acuerdas de tu promesa, tu juramento, dándote entonces la prueba, aunque
no sea necesaria, de la verdad eterna de tu llama, con el fin de afirmarte y asentarte,
con el fin de que tu fuerza más grande sea la verdad del Amor. Porque en esta
fuerza, no puede haber división, en ti como alrededor tuyo. En este estado que
trasciende todos los estados, no hay nada que rectificar o enderezar.
En este momento, en este instante, eres la verdad de la
Vida, ahí donde todo habla con una única voz.
Vívelo. No es una orden sino una llamada al orden de la
Vida misma.
En esta transparencia, en esta Luz brillante, en esta
plenitud del Amor, ¿qué faltas o deseos pueden existir?
Acuérdate, somos Uno. Acuérdate.
…Silencio…
Aquí es la Vida, que ya no es ni interior, ni exterior,
ni formal, ni informal. Que la vibración esté presente o apagada, que tu
conciencia haya seguido o no, no cambia nada a la Verdad del instante.
Cada parcela de tu corazón vibra al unísono del soplo de
Vida.
Así es el templo de la serenidad. Así es tu llama de
Vida, ardiendo en la Eternidad, alumbrándolo todo.
Comulga conmigo, porque en esta comunión no hay ningún
intersticio para otra cosa, porque en este instante estás colmado. Todo está
completo y todo se ha cumplido.
No cojas nada. Deja ser lo que siempre fue, lo que está ahí
y siempre estará ahí.
Tal es la superabundancia de la Gracia en el « Somos Uno
», en el « Tú eres lo que Eres ».
En este instante, la bendición es total. Atraviesa tu
cuerpo, tu conciencia, tus diferentes envolturas, poniéndolas al desnudo y
disolviéndolas.
Mucho más que el cuerpo, eres el corazón. Mucho más que
las mentiras de este cuerpo, eres la Verdad. Eres la Eternidad, conteniendo los
mundos, los potenciales actualizados o futuros, y todos los pasados posibles.
Pero sabes que no eres ni tu pasado, ni ningún futuro en este instante.
Tal es mi sello. Tal es nuestra Verdad Una e
indefectible, dándote la Paz en abundancia.
Acoge el Fuego, el que te llena por arriba y por debajo,
por el centro, por dentro como por fuera.
Apreciemos juntos este momento de excepción que sólo pide
volverse permanente y agraciarte en la beatitud permanente.
…Silencio…
Más allá incluso de tus orígenes, de tu esencia y de tus linajes,
es lo que eres, y ahí eres completo. Nada puede ser insuficiente, nada puede
ser perfeccionado. Y ahí donde estás, hasta mis palabras, como tus palabras, no
pueden pararte. Sólo son la música que acompaña esto.
El tiempo del Amor ha llegado para el conjunto de la
tierra. El tiempo del Amor ha llegado en el sol de tu pecho como en el sol que
ves con tus ojos. El tiempo del Amor ha renacido de nuevo, en los ojos de la
carne.
Deléitate con la abundancia, deléitate con la Evidencia.
No hay nada que añadir. Mis palabras no dejan de bailar de
alegría en tu verdad del instante.
Mi amigo, mi amado, escucha y oye el Silencio. Escucha y oye
el tiempo de las beatitudes.
Permanece en alegría, porque en la Alegría, todo permanece.
Permanece en mí, permanece en ti, permanece en cada uno, en cada vida, en cada
átomo, en cada universo. Todo esto eres tú.
A partir de ahora, a cada paso que des en este mundo, hay
una certeza, no la que es pensada o creída, sino la de tu vivencia en este
instante.
Recibe. Recibe más, sin límites, sin condiciones, con
naturalidad, con espontaneidad el don del Amor, el don de la Gracia, el don de
la Vida. Ahí está tu eternidad, ahí está tu felicidad que no puede conocer
ningún fin, y que nunca conoció ningún principio. Ahí donde están todos los
modelos que seguiste, ahí donde están todas las historias de este mundo, ahí
finalmente donde ninguna historia es necesaria.
Ahí donde tú mismo escribes el fin del sufrimiento, el
fin de la ilusión, el fin de la sed. Ahí donde te amas verdaderamente.
…Silencio…
Oye. Oye lo que te dice el Silencio del instante.
Escucha lo que te dice la Luz sin palabras, sin imágenes
y sin formas.
Permanece así. Dondequiera que estés, estoy ahí.
Escucha y oye lo que se dice en ti, el Silencio y la Paz,
el Amor y la Verdad, y bendice esto, bendícete a ti mismo, bendice a cada uno.
Y perdona todo lo que piensas que hay que perdonar.
Cualquier pensamiento es inútil. Estás en el Templo de la
Verdad, que no tiene ni entrada, ni salida, ni paredes, ni tejado, ni fundaciones,
porque este Templo es la Eternidad. El conjunto de las dimensiones y de los
mundos, de las creaciones pasadas y presentes y las que vienen, están ahí
inscritos.
Más vasto que el universo y más pequeño que un punto.
…Silencio…
Te dejo emerger en tu mundo, rico de verdad y lleno de lo
que eres.
Te dejo vivir y ver este instante en cada instante que te
quedan en el calendario de tu tiempo y del tiempo de esta tierra. Y en todo
espacio, donde ningún calendario se sostiene, en todo ciclo como fuera de todo
ciclo.
…Silencio…
En este Silencio tan lleno y tan rico, donde todo está ahí,
me sumerjo en ti.
Ninguna parcela de tu cuerpo, de tu vida, de tu
conciencia puede escapar de mí, ni escapar de ti.
Reúnete conmigo en la Evidencia. Permanece así, verdadero
y transparente.
En este Silencio, creces hasta el infinito, sin
movimiento, sin desplazamiento.
De nuevo, ya no conoces el tiempo. De nuevo, incluso
cuando abras tus ojos, incluso cuando salgas al mundo, este instante permanece.
Te bendigo perpetuamente.
Recibe. Es lo que eres. Recibe.
Me inclino en ti, en tu grandeza y en tu humildad. Recibe
y elévate.
…Silencio…
Me callo ahora unos instantes y me quedo ahí. No te
muevas. En silencio, en cada uno de ti, permanecemos. Ni siquiera hace falta la
danza de mis palabras, ya no hace falta presencia.
…Silencio…
Así es la felicidad de la Eternidad.
Me callo.
…Silencio…
Cuando lo desees, abre los ojos a tu mundo donde tu
cuerpo todavía yerra, y permanece así, marcado por mi sello.
Te digo hasta muy pronto, hasta dentro de unos minutos
para continuar.
***