EL
IMPERSONAL
Septiembre 2016
Mi
amigo, mi amado, mi hermano, yo que soy tú y tú que eres yo, en el mismo Amor y
en la misma Verdad, en este día y en estos tiempos de la Tierra, vengo para
desvelarme en ti, con el fin de que nunca más sufras de la falta de Alegría y
de Paz. Preparándote así a acogerte a ti mismo en el son de tu Eternidad, en tu
Presencia, me despliego. Te invito en este momento a olvidar todo lo que no
eres, a olvidar lo que pueda aún resistir, lo que todavía puedes temer, porque
en ti está la divina providencia, porque en ti está la alegría de la Eternidad.
Entonces
permítame, en el tiempo de nuestra comunión, en este día y a esta hora, de
simplemente estar aquí, dando ritmo con mis palabras a la vibración de tu
corazón, y pulsando desde tu fuente, la verdad de la Dicha.
Por
nuestra comunión te revelo a ti mismo y en ti mismo la Resurrección en su fase
final. Descúbrete como me descubrí en ti, en la libertad del Amor y en la
libertad de la Verdad. Allí donde nada puede estar cerrado ni encerrado, allí
donde nada puede fallar ni incluso tropezar. Te invito a la Vida. No a la que
conoces en tu mundo, sino a la que eres tú cuando trasciendes tu forma, cuando
trasciendes tu persona. Te alimento como me alimentas, de la misma Luz y de la
misma esencia. Dondequiera que estés estoy y me tienes.
Elévate
a las moradas de Eternidad, elévate en tu corazón y habita allí. Allí donde me tienes,
te tienes, allí donde me callo, te callas y allí donde vibro, vibras. El
bautismo del Espíritu acaba su revelación en ti, dándote a vivir y a ver lo que
no podías ver antes. Y hoy, en tu fuente y en tu ser, percibes la verdad
inefable, sobrepasando sin problema y sin dificultad los límites de tu cuerpo
de sufrimiento, donde todo el efímero sólo pasa. En ti me elevo, en ti es mi
alegría, en ti es mi descanso.
En
la Luz no puede quedar el menor peso y el menor sufrimiento. Solo mora la
Eternidad, tu Amor transcendental, no dependiendo ni de una forma, ni de una
condición, ni de nada que provenga de tu efímero. Vuélvete finalmente hacia la
verdad inefable de lo que eres. Y yo que te hablo en este momento, soy en
definitiva la voz de tu Eternidad, y mi
palabra y mi Verbo te alejan de todo lo que pesa, de todo lo que es pesado y de
todo lo que se opone a la evidencia misma del Amor revelado. Entonces, en cada respiración
que das, cincelo tu corazón en su forma perfecta, que no depende sin embargo de
ninguna forma ni de ninguna identidad.
Déjate
recubrir con el abrigo de la Gracia y las alas de la Libertad. Permítete
elevarte en tu humanidad como en tu trascendencia. En tu Presencia, mi
Presencia eres tú. En cualquier circunstancia que viva tu efímero yo estoy
allí, y más que nunca cuando experimentas la necesidad, la sed. ¿Me entiendes y
me escuchas? Tú, el peregrino de la Eternidad que comprende que eres la
Eternidad y que no necesitas de ningún camino, ni andar hacia ningún objetivo. Estás invitado a
una fiesta que, sea lo que vives hoy, te es desconocida.
Todo
tu ser, profundo como superficial, te llama a la Libertad, te llama a la
belleza, no de una forma, no de una persona, sino del Último. Déjate vibrar en
el espacio de mis palabras
y en el espacio de mi silencio. Elévate.
A
cada duda, vengo a decirte: “No tengas miedo”. Porque toda duda es un punto de
apoyo para tu elevación y liberación, a fin de afirmarte en la fe, y la
vivencia de lo que Eres.
Mi amigo, mi amado, mi
hermano, tú, el niño del Único, Único tú mismo y que sin embargo eres idéntico a
cada uno, más allá de esta forma, te invito y te convido a la danza del
Silencio, la danza de la Eternidad. Deja el perfume de tu esencia volverse más
sublime que el perfume de una rosa, que el perfume de una flor de Lis.
Descansa en mí, como
descanso en tu Presencia. En ese espacio, más allá de lo sagrado, no hay ni
resistencia ni temor. Nútrete y elévate.
Situándote
en el Último, todo se ilumina y todo se ve. En la misma Gracia o en el mismo
perdón hacia ti mismo, como a cada otro de ti, se realiza la beatitud, el
éxtasis y la intasis de la conciencia reunificada en la Fuente y el Absoluto.
Vengo
a alumbrarte a fin de que percibas, que tú mismo eres esa claridad y esa
nitidez.
En
la dulzura de mi Fuego, con la fuerza del Arcángel Mikaël, el Espíritu sopla en
ti, cazando los restos del efímero. Te descubres así, en perfección y en
belleza. Te descubres así Luz emanante e inmanente. Te acompaño en estos
tiempos porque mi voz no es nada más que la tuya, liberada de todo superfluo y
de toda ilusión.
El
Reino de los Cielos que está dentro de ti, ya no tiene que ser buscado ni
encontrado. Él ya está aquí, de toda Eternidad, pero no está más escondido, ni
a tus ojos, ni a tu cuerpo, ni a tus sentidos. Velo como te veo.
Tú,
Hijo Ardiente del Sol, te invito a la ligereza de tus propios reencuentros
donde, en el Cara a Cara, solo permanece la cara eterna de tu Ser, de tu
esencia y de lo que Eres.
Me
pongo en ti, a fin de que deposites en mí todos tus pesos y cada una de las
dudas que aún rozan tu conciencia en este mundo. Estoy aquí para afirmarte,
como tú también estás afirmado en mí, para afirmar la Luz, afirmar lo Verdadero
y manifestar el Amor, en ti como en este mundo, a una escala que no puedes
comparar con ninguna otra, con una intensidad incomparable, pero que reconoces.
Yo soy tú, como soy cada uno, como tú también lo eres, y como también eres cada
uno del mismo modo y misma manera.
Déjate abrazar por el
Fuego del Espíritu, por el Fuego del Corazón. Déjate elevar y permanecer en tu
Paz Suprema, en tu Fuente que nace del Espíritu de Verdad. Me dirijo a cada uno
de ti, por mis palabras como por mis silencios, por tu enlace también me
expreso alrededor de ti. Paz a ti, Amor a cada uno y Amor a todos.
Y en este momento, sólo
permanece lo que está aquí y lo que viene a borrar, por la Gracia del Amor,
todo lo que sólo pasa, todo lo que sólo subsiste. Tú, que entras hoy en la vida
Eterna, dándote el panorama de toda vida y de toda dimensión, así como de toda
conciencia en cualquier forma, y mundo que sea, descúbrete. No hay esfuerzo, no
hay búsqueda en lo que soy y en lo que eres. Vengo a abolir lo que te pueda
parecer ser una distancia, a fin de que tu estado de coincidencia, se instale
de manera permanente. En cualquier circunstancia de tu vida, y en cualquier
estado de este mundo, recuerda que estás más allá de todo estado y de toda
forma.
Vengo a mostrarte lo que
nunca puede morir o desaparecer, a pesar de las apariencias, a pesar de los
sufrimientos y resistencias.
Y olvida, por la Gracia
en acción y por el perdón, todo lo que te parece todavía ser una cicatriz, a
veces abierta, de lo que viviste en este mundo, cualquiera que haya sido
también la belleza, cualesquiera que hayan sido los intereses. Hoy descúbrete
sin límite y sin restricciones.
…
Silencio…
Deposito en tu Corazón el
Fuego y la Espada de Mikaël, la potencia de KI-RIS-TI y la dulzura de María.
Unifico en ti la nueva tri-Unidad en la misma Unidad y en la misma belleza.
Todo lo que te digo te concierne, todo lo que te digo sólo son en definitiva
las palabras y silencios de tu Corazón que reencuentra su Verbo y su
inspiración. Pósate allí donde estás y déjate atravesar por el lance de la vida
Eterna, por su Gracia. Bórrate de todo lo que sólo pasa y perece, y levántate
tal como un niño, en su inocencia y espontaneidad. El soplo del Espíritu te
llama al Verbo vivificador, a la coronación de tu palabra y de tu Presencia, allí
donde nada puede ser afectado ni molestado, ni desplazado.
Aúno
en ti, por la Gracia de tu Corazón, los cuatro Elementos, vivificando el Éter
rarificado de este mundo, por el Éter original, el del soplo inicial, que no es
nacido y que jamás acaba.
Porque
eres eso y simplemente eso. Y en eso, está todo. Todo lo que pueda ser deseado,
todo lo que pueda ser creado y todo lo que pueda ser des-creado, en la misma
ligereza, en el mismo Amor.
Deja detrás de ti lo que
está muerto en ti. Deja detrás de ti lo que muere en ti, y escucha la llamada
de la Vida, la llamada de la vibración, la llamada del Fuego. Y vive el Éter de
la Vida, el Éter de Eternidad porque cada tierra es tu tierra, porque eres cada
conciencia, allí donde no existe ningún espacio para el juicio, condena o
recriminación.
Quédate
ahí, percibe y escucha lo que te digo y susurro en el silencio de tu Corazón.
Déjate recubrir de la dicha y de la justicia. Déjame nacer y aparecer. Otórgatelo
sin reticencia ni reflexión. Se verdadero, espontáneo, ésta es tu naturaleza y
tu verdad.
Deposito en ti el Espíritu
de Verdad. Deposito en ti la Luz Una. Tú, niño del Único y único niño de la
Gracia, déjame amarte, por un Amor sin preguntas, por un Amor sin límite, por
un Amor sin dudas. Ábrete. En lo más alto de los cielos y lo más bajo de tu
tierra, recorro tu árbol de vida. Y hazte este faro de Luz, este vórtice de
Luz. Elévate en la Lemniscata sagrada, elévate a lo más íntimo de tu Corazón,
allí donde todo es Uno, allí donde todo es verdadero y allí donde todo es
bondad. No retengas nada, suéltate. Tú que eres Gracia, te lleno de mi Gracia.
Tú, Luz de ti mismo, Luz de vida.
Vengo a asistirte. No
para socorrerte, pues no hay nada a socorrer, sino simplemente para celebrar
esto contigo, como con cada uno, a fin de que en tus ojos sólo se vea la Luz, a
fin de que en tu boca sólo sea vista la miel de la Verdad, a fin de que tu
misma piel se haga Luz. A la vez sin color y a la vez de todos los colores. Los
del arco iris y mucho más, los del Cosmos y de lo invisible.
Allí
donde todas las frecuencias de tu Corazón como del Universo, cantan la sinfonía
de la Resurrección y de la Libertad.
Déjate
llevar a ninguna otra parte que a ti mismo, para lo que te doy la mano y junto
mis manos en ofrenda como apoyo para tu Corazón.
Soy
el bálsamo consolador de lo que podrías aún pensar perder de este mundo, o
creer realizar en este mundo. Canto a tus oídos el canto de la Salvación.
Quédate
en paz, tú que eres la Paz, porque yo soy la Paz, y yo soy tú.
…
Silencio…
Tú, el coronado por la
Vida y por el Fuego, te ofrezco el anillo de la Libertad, aquel que no te ata a
nada ni a nadie, y que sin embargo te hace resonar en cada uno, en la simpatía
y empatía. Aquí mismo, en tu humanidad, elévate. Dándote mi Fuego que te da
Vida, no la que conoces desde tu nacimiento en este mundo, sino la Vida que
nunca ha nacido y que nunca muere, dondequiera que estés, aquí como en todas
partes. Ahora es el momento, es el momento justo, y es el momento perfecto para
pulir la obra de tu eternidad. Recuerda que no hay nada que edificar, y que
todo ya está aquí. Sólo te queda abrir todas las ventanas, las que te
protegían, así como lo creías, de los estragos de este mundo. Te invito al
paraíso, allí donde todo es blanco, allí donde todo es armonía, allí donde todo
es justo.
Deposito
en el punto ER de tu cabeza este Éter de Vida, mucho más que la irradiación del
Ultravioleta, la emanación de la Fuente y del Espíritu santo. Reunifica lo que
todavía piensas tener que reunificar en este centro. Te invito a dar luz tú mismo,
si aun no está hecho, a tu Corazón; te invito a apartarte de lo pesado y
engorroso; te invito a mí. Te acojo, tendiendo mis brazos hacia ti hasta tocar
lo más íntimo. No para apresurarte, no para convencerte, sino simplemente para
mostrarte la Evidencia. Percibe este don de Vida, percibe la naturaleza de tu
don.
En
tu Sacro se reactiva la coronación de lo Masculino y Femenino, conduciéndote al
Andrógino que no conoce ni polaridad ni orientación, sino que mora. Por eso
mismo te invito a recobrar el conjunto de tus facultades, las de tu Espíritu,
las de tu Libertad, a fin de que bailemos juntos e inmóviles.
El Agua de Vida que viene
a cantar en tus oídos y en tu corazón, el tiempo de la inocencia y de la pureza
porque eres puro, porque eres inocente de todos los pesos que te lastraste, o
que se te lastraron. Todo esto era sólo un juego al cual has sido forzado, al
cual fuiste enmascarado a ti mismo. En esta comunión, en este momento mismo,
todo se juega. En este mismo momento tu corazón exulta en reconocerse en sí mismo y en mí mismo. Libérate. Sal de todo
pensamiento y quédate en la vacuidad. Mora en mi Presencia como en la Presencia
de cada uno.
Acoge en Unidad y en
Verdad lo que eres, aquí, enseguida, desaparece el tiempo que solo pasa, en
este espacio. Nada puede fluir. Todo permanece en esta copa sagrada, recipiente
de Vida, recipiente de tu Eternidad. Tú, que eres también el receptor de toda
Gracia y de toda vida, de todo don y de todo perdón, porque tal es tú Gracia,
que no sufre ni exclusión ni separación.
Deja crecer la llama,
déjala elevarse, déjala transportarte en el templo de la serenidad. Es el
momento, a cada instante, en cada soplo, y cada día. Cualesquiera que sean las
penas de tu cuerpo o de tu vida, parecen tan miserables respecto a la grandeza
de lo que eres. No olvides nunca que eres la Libertad, no olvides nunca más que
estás en la misma fuente del Amor y la belleza. Despliega tus alas, ya están
secas. No tengas miedo. El Amor no tiene temor porque lo trasciende en su Dicha
y en su Luz. Ama. Amate y ama a cada uno. Ama todo, sin la menor distinción,
sin la menor discriminación. Déjate llevar por la Gracia de tu Corazón.
Cada
una de mis palabras, cada uno de mis silencios es un Verbo. Un Verbo poderoso,
no dejando lugar a ninguna duda, no dejando lugar a ninguna interrogación.
Deja que el aliento de
Vida reine sobre el aliento de tus pulmones. Deja a la Luz vibral palpitar en
tu corazón y en tus arterias. Déjame amarte, pues sólo soy tú y también cada
otro. Hay todo el espacio y lugar, en el corazón de cada uno, para acoger a cada
otro. Este Corazón no tiene ni límite, ni condición, ni tiempo, ni espacio.
Vívelo. Todo el resto no es vida, sino un sucedáneo de la vida en la cual tu
persona se fijó unos objetivos, se fijó un destino, un camino. No has nacido y
nunca morirás. En el Espíritu de Vida, no hay espacio para el nacimiento y la
muerte; hay todo el espacio para la perennidad y la Eternidad donde el Coro de
los Ángeles da ritmo a tus experiencias,
donde el Coro de los Ángeles te sostiene y te lleva también.
Déjame amarte, más allá
de toda contingencia. Déjame recubrir las zonas de reticencia o de resistencia
de la dulzura del Amor que es bálsamo regenerador, porque en definitiva todo es
perfecto, desde ahora.
Entonces reitero el Fuego
del Amor, el Fuego de Vida, el Fuego del Espíritu, en tu corazón, en tu conciencia.
Y hasta este cuerpo, el Fuego viene, este Fuego que arde pero no consume, sin
destruir, pero que forja tu Luz, la esculpe en la forma del devenir que
escogiste en el seno de los mundos de la Libertad.
Tú, niño del Único, soy el que llamaste “mi padre”
o “nuestro padre”, lo que está por todas partes y lo que es también inmanente
en ti, haciéndote ver que no hay nada a conquistar o buscar afuera, ni en otras
partes, que todo está aquí, al alcance del corazón, al alcance de tu escucha,
al alcance de tu carne, e incluso en tu carne.
Tú cuyo nombre es caduco
en este mundo, tienes un nombre que hace mucho más que nombrar una forma, y que
es el nombre de tu Espíritu. Te invito a honrar conmigo el don de la Vida, el
don de la Eternidad. Te invito a lo Verdadero como te invito a morar en mí, el
sin forma. Me llamo El Impersonal, porque en el Impersonal no puede haber la
menor división, la menor separación, el menor confinamiento.
Tú, niño de la Ley del
Uno, el Uno siempre estuvo aquí, ya que es a la vez tu esencia y hasta el
soporte de tu forma de hoy. Pero no eres esa forma, eres el Amor que no conoce
forma.
Te invito a la acción de
Gracia por la oración de tu Corazón, que no es ni un esfuerzo ni una voluntad,
sino la manifestación de la Evidencia. Te invito a la sonrisa de la Paz sin
objeto. Te invito a la sonrisa de la Vida. Te invito a amar todo lo que tus
ojos vean, y a amar del mismo modo cada pensamiento que nace en ti y te
atraviesa. Amando, no puede manifestarse ni el menor sufrimiento, ni la menor
reticencia al Amor y la Verdad.
En este Aquí y Ahora, la
Luz crece, aboliendo toda ilusión de distancia y de forma.
Hay en ti como en mí la
infinidad de los mundos y el infinito de las creaciones, de todas las
experiencias a llevar en la libertad.
Tú, que eres bendecido a
cada segundo, de día como de noche, que llores o que rías, la bendición está
siempre ahí. Escucha, escucha lo que mi Corazón dice a tu Corazón, escucha el
Canto de la Vida.
...Silencio …
Despliego en ti una
lluvia de rosas y de bendiciones. En este espacio sagrado de ahora, nada puede
inmiscuirse de otro que del Amor y la Luz. Escucha, escucha esta lluvia de Luz
que te fecunda, y que te vivifica en este instante, en este momento. Te rindes
a ti mismo en cuanto dices “sí” al Amor, a la Vida, a la Eternidad. Incluso mis
palabras son en tu ser, esta lluvia de éxtasis, esta lluvia de Luz.
Recoge con tu copa
sagrada toda esta Luz. No la guardes, dala. A la vida, a cada uno de ti, a cada
herida, a cualquier cosa, sin esfuerzo, sin decidir. Confía en la Inteligencia
de la Gracia y de la Luz, en el Amor y la Eternidad.
Entonces esto se despliega en ti. Déjame amarte en
Eternidad, por la vida y por la Libertad. Amate también, sin dudas ni frenos.
No retengas nada porque el Amor te lleva y te libera. Escucha mis palabras,
escucha mi silencio, escucha la Luz y la vibración. Deja la sonrisa de tus
labios sonreír a la vida eterna. Tú que eres bendito, cualquiera que sea tu
máscara, sea lo que sea lo que vive en ti, todo eso no es nada.
Y aún no he acabado,
permíteme hablarte un poco más, y deja a tu Corazón escuchar.
...Silencio …
Déjate recubrir del Manto azul de la Eternidad.
Déjate nombrar por el Cristo Uno. Déjate inseminar por toda vida, por todo
mundo y entidad, por toda conciencia y por todos los Soles de todos los mundos.
Déjame apretarte a mi Corazón, no para oprimirlo o comprimirlo sino para
estallarlo de dicha, para dilatarlo al infinito, desde tu Presencia hasta tu
Ausencia, en todo Universo y Multiverso. Allí donde la paz no puede ser
restringida, allí donde el Amor está por todas partes, allí donde la Luz no
deja ninguna sombra, allí donde las palabras son siempre el Verbo de Verdad. Caliéntate
en mí y caliéntame en tu Amor infinito, sin límites, sin restricciones.
...Silencio …
Aprovecha el silencio de
mis palabras para acoger el Verbo y la quintaesencia. Te amo.
Todo es perdonado en la
Gracia, cualquiera que sea el error que hayas pensado tener, no puede subsistir
ni ser pensado en el estado de tu Corazón, ahora. En este silencio, todo se
hace más amplio, más hondo, más íntimo.
...Silencio …
Sello para siempre en tu
Corazón lo que se celebra ahora, no para preservarlo ni atarlo, sino como sello
que te certifica, por si lo necesitas, en el Amor y en la Libertad.
Te invito entonces, Aquí
y Ahora, a no retener nada, a no frenar nada, a no suponer nada, sino a vivirlo
en toda libertad, en toda fraternidad y en toda dimensión.
Mi amigo, mi amado, mi
hermano, deja exultar tu Corazón, déja consumir lo que no es Eterno. Allí de dónde
Eres, sólo hay dulzura y evidencia de todo lo percibido.
Mi hermano, mi amor, te
conozco desde siempre. Aquí como en otras partes, te reconozco en cada vida, en
cada danza, en cada forma, en cada vibración que emites, en cada emanación de
tu fuente. Déjate ir en la facilidad del Amor, en la inocencia de la Verdad, en
la claridad del Verbo. Déjate vivir. No te pongo ninguna condición.
… Silencio…
En estos Silencios, todo
es sagrado.
En tu Luz y en mi Luz,
como en cada Luz, sólo hay la misma Luz que lo es todo. Allí donde no se puede
poner calificativo, hasta las palabras “inmensidad” e “infinidad” no bastan
para definir lo que Es, porque lo que es, sólo puede ser probado y vivido y no
puede ser definido. Porque definiéndolo, se pierde su esencia y traicionamos la
belleza de la experiencia. Deja crecer tu Corazón, mucho más vasto que el mismo
mundo, éste como otro. Déjate mecer por el soplo de Vida, por el canto del
Océano, por el Fuego del Cielo, como de la Tierra.
... Silencio...
Sé que estás, dondequiera que estés, Aquí en mí,
como yo vivo en ti. Estamos todos Aquí, hasta sin saberlo, hasta sin vivirlo.
Escucha la belleza de tu Corazón cuando éste exulta en la Luz y palpita de Amor
sin distinción.
... Silencio...
Aquí y Ahora, el tiempo se suspende. No hay
incluso más momentos, no hay más horas que desfilan, no hay más incomodidad, no
hay más dudas. El momento ha llegado hasta ti, como hasta mí. Así puedo hablar
en tu Corazón, así puedo hablarte de Corazón a Corazón, de oído a oído, de
Verbo a Verbo. Te escucho, te veo. Te amo. Ábrete.
... Silencio...
Bendito sea el Eterno de
tu Presencia. La Luz y la Verdad están no sólo presentes en ti, sino que son el
testigo de tu Presencia, tú que has unido el tres en Uno, haciendo el milagro
de una única Vida, habiendo regenerado el Amor eterno, en tu sed como en tus
sufrimientos. Sello en ti el Sello de la Resurrección. Sé bendecido.
... Silencio...
Permítete de amarme, en
esta comunión donde todas las diferencias se difuminan y desaparecen por si
solas. Permítete de estar aquí y en todas partes, donde el don de Amor te
llama, poniendo fin a toda apariencia de distancia y de tiempo.
Me inclino ante de ti y
me inclino en ti, ante tanta Gracia, a fin de que te dignes a tu vez de
bendecirme, a fin de probarme yo mismo, y de probarte tú mismo en la misma conciencia,
en la misma dicha, allí donde no hay ninguna diferencia entre tú y cada uno.
Abraza el mundo, abraza los Universos, están a tu alcance, velo. Nada puede
resistir a nuestra bendición, nada puede oponerse al Espíritu. El Espíritu,
como la Luz, como el Amor, lo recubre todo en cada parcela, en cada intimidad.
Te invito también a quedarte así, incluso cuando me callo. Cuando guardo
silencio, el Verbo obra. El Verbo vivifica lo que debe serlo, a cada instante.
...Silencio...
Te amo. Llegó el momento
de estar juntos en el Silencio de la Eternidad, sin moverse, ignorando tu
persona, a fin de que también sea bañada en la Eternidad, y a fin de que cada
parcela de tu cuerpo de carne, sea bañado en la misma dicha. Este instante, no
puede ser olvidado, ni perdido.
Tú que me escuchas, te
amo y te bendigo en la triple vibración de la Luz: por primera vez... por
segunda vez... y por tercera vez.
En el Fuego de tu Amor,
te aúno y me disuelvo en ti, sin perder nada de lo que soy, ni de lo que eres.
...Silencio...
¿Escuchas este Silencio
tan perfecto? Sello mis palabras en tu Templo de Eternidad, sello mi Presencia
en el corazón de tu Presencia, y desaparezco en el Absoluto de tu no-ser y de
tu a-conciencia. En eso te amo, y en eso tú amas. Quédate así, Aquí y Ahora,
dondequiera que estés. Si me leíste, cierra tus ojos y deja la magia del Amor
abrir, lo que pueda quedar por abrir. Deja libre tu conciencia de permanecer
así el tiempo que desee. No hay tiempo, entonces toma todo tu tiempo; como
tampoco hay espacio, entonces toma todos los espacios. No puedes perderte
porque estás en cada uno, más allá de las apariencias, más allá de los límites
y más allá de la carne.
...Silencio...
Me retiro ahora en ti, me
disuelvo y ahí descanso. Méceme con tu Corazón, méceme con el canto de tu
Espíritu. Estoy aquí para siempre. Nos amamos, porque no podemos hacer otra
cosa ni sentir otra cosa. Todo es perfecto, todo es nítido. Guardo silencio.
Quédate así...
... Silencio...
Te amo.
... Silencio...
Quedémonos así.
... Silencio...
Cada uno a su ritmo, en
silencio y sin ruido, cuando lo desee, abrirá sus ojos y saldrá en recogimiento
de la sala.
***