EL IMPERSONAL - PARTE 3 - SEPTIEMBRE 2016


EL IMPERSONAL

 

Parte 3

 

Septiembre 2016

 

 

 

Mi amigo, mi amado, mi hermano, yo que soy tú y tú que eres yo, en el mismo Amor y en la misma Verdad, en este día y en estos tiempos de la Tierra, vengo para desvelarme en ti, con el fin de que nunca más sufras de la falta de Alegría y de Paz. Preparándote así a acogerte a ti mismo en el son de tu Eternidad, en tu Presencia, me despliego. Te invito en este momento a olvidar todo lo que no eres, a olvidar lo que pueda aún resistir, lo que todavía puedes temer, porque en ti está la divina providencia, porque en ti está la alegría de la Eternidad.

 

Entonces permítame, en el tiempo de nuestra comunión, en este día y a esta hora, de simplemente estar aquí, dando ritmo con mis palabras a la vibración de tu corazón, y pulsando desde tu fuente, la verdad de la Dicha.

 

Por nuestra comunión te revelo a ti mismo y en ti mismo la Resurrección en su fase final. Descúbrete como me descubrí en ti, en la libertad del Amor y en la libertad de la Verdad. Allí donde nada puede estar cerrado ni encerrado, allí donde nada puede fallar ni incluso tropezar. Te invito a la Vida. No a la que conoces en tu mundo, sino a la que eres tú cuando trasciendes tu forma, cuando trasciendes tu persona. Te alimento como me alimentas, de la misma Luz y de la misma esencia. Dondequiera que estés estoy y me tienes.

 

Elévate a las moradas de Eternidad, elévate en tu corazón y habita allí. Allí donde me tienes, te tienes, allí donde me callo, te callas y allí donde vibro, vibras. El bautismo del Espíritu acaba su revelación en ti, dándote a vivir y a ver lo que no podías ver antes. Y hoy, en tu fuente y en tu ser, percibes la verdad inefable, sobrepasando sin problema y sin dificultad los límites de tu cuerpo de sufrimiento, donde todo el efímero sólo pasa. En ti me elevo, en ti es mi alegría, en ti es mi descanso.

 

En la Luz no puede quedar el menor peso y el menor sufrimiento. Solo mora la Eternidad, tu Amor transcendental, no dependiendo ni de una forma, ni de una condición, ni de nada que provenga de tu efímero. Vuélvete finalmente hacia la verdad inefable de lo que eres. Y yo que te hablo en este momento, soy en definitiva  la voz de tu Eternidad, y mi palabra y mi Verbo te alejan de todo lo que pesa, de todo lo que es pesado y de todo lo que se opone a la evidencia misma del Amor revelado. Entonces, en cada respiración que das, cincelo tu corazón en su forma perfecta, que no depende sin embargo de ninguna forma ni de ninguna identidad.

 

Déjate recubrir con el abrigo de la Gracia y las alas de la Libertad. Permítete elevarte en tu humanidad como en tu trascendencia. En tu Presencia, mi Presencia eres tú. En cualquier circunstancia que viva tu efímero yo estoy allí, y más que nunca cuando experimentas la necesidad, la sed. ¿Me entiendes y me escuchas? Tú, el peregrino de la Eternidad que comprende que eres la Eternidad y que no necesitas de ningún camino, ni  andar hacia ningún objetivo. Estás invitado a una fiesta que, sea lo que vives hoy, te es desconocida.

 

Todo tu ser, profundo como superficial, te llama a la Libertad, te llama a la belleza, no de una forma, no de una persona, sino del Último. Déjate vibrar en el espacio de mis palabras y en el espacio de mi silencio. Elévate.

A cada duda, vengo a decirte: “No tengas miedo”. Porque toda duda es un punto de apoyo para tu elevación y liberación, a fin de afirmarte en la fe, y la vivencia de lo que Eres.

Mi amigo, mi amado, mi hermano, tú, el niño del Único, Único tú mismo y que sin embargo eres idéntico a cada uno, más allá de esta forma, te invito y te convido a la danza del Silencio, la danza de la Eternidad. Deja el perfume de tu esencia volverse más sublime que el perfume de una rosa, que el perfume de una flor de Lis.

Descansa en mí, como descanso en tu Presencia. En ese espacio, más allá de lo sagrado, no hay ni resistencia ni temor. Nútrete y elévate.

Situándote en el Último, todo se ilumina y todo se ve. En la misma Gracia o en el mismo perdón hacia ti mismo, como a cada otro de ti, se realiza la beatitud, el éxtasis y la intasis de la conciencia reunificada en la Fuente y el Absoluto.

Vengo a alumbrarte a fin de que percibas, que tú mismo eres esa claridad y esa nitidez.

En la dulzura de mi Fuego, con la fuerza del Arcángel Mikaël, el Espíritu sopla en ti, cazando los restos del efímero. Te descubres así, en perfección y en belleza. Te descubres así Luz emanante e inmanente. Te acompaño en estos tiempos porque mi voz no es nada más que la tuya, liberada de todo superfluo y de toda ilusión.

El Reino de los Cielos que está dentro de ti, ya no tiene que ser buscado ni encontrado. Él ya está aquí, de toda Eternidad, pero no está más escondido, ni a tus ojos, ni a tu cuerpo, ni a tus sentidos. Velo como te veo.

Tú, Hijo Ardiente del Sol, te invito a la ligereza de tus propios reencuentros donde, en el Cara a Cara, solo permanece la cara eterna de tu Ser, de tu esencia y de lo que Eres.

Me pongo en ti, a fin de que deposites en mí todos tus pesos y cada una de las dudas que aún rozan tu conciencia en este mundo. Estoy aquí para afirmarte, como tú también estás afirmado en mí, para afirmar la Luz, afirmar lo Verdadero y manifestar el Amor, en ti como en este mundo, a una escala que no puedes comparar con ninguna otra, con una intensidad incomparable, pero que reconoces. Yo soy tú, como soy cada uno, como tú también lo eres, y como también eres cada uno del mismo modo y misma manera.

Déjate abrazar por el Fuego del Espíritu, por el Fuego del Corazón. Déjate elevar y permanecer en tu Paz Suprema, en tu Fuente que nace del Espíritu de Verdad. Me dirijo a cada uno de ti, por mis palabras como por mis silencios, por tu enlace también me expreso alrededor de ti. Paz a ti, Amor a cada uno y Amor a todos.

Y en este momento, sólo permanece lo que está aquí y lo que viene a borrar, por la Gracia del Amor, todo lo que sólo pasa, todo lo que sólo subsiste. Tú, que entras hoy en la vida Eterna, dándote el panorama de toda vida y de toda dimensión, así como de toda conciencia en cualquier forma, y mundo que sea, descúbrete. No hay esfuerzo, no hay búsqueda en lo que soy y en lo que eres. Vengo a abolir lo que te pueda parecer ser una distancia, a fin de que tu estado de coincidencia, se instale de manera permanente. En cualquier circunstancia de tu vida, y en cualquier estado de este mundo, recuerda que estás más allá de todo estado y de toda forma.

Vengo a mostrarte lo que nunca puede morir o desaparecer, a pesar de las apariencias, a pesar de los sufrimientos y resistencias.

Y olvida, por la Gracia en acción y por el perdón, todo lo que te parece todavía ser una cicatriz, a veces abierta, de lo que viviste en este mundo, cualquiera que haya sido también la belleza, cualesquiera que hayan sido los intereses. Hoy descúbrete sin límite y sin restricciones.

Silencio…

Deposito en tu Corazón el Fuego y la Espada de Mikaël, la potencia de KI-RIS-TI y la dulzura de María. Unifico en ti la nueva tri-Unidad en la misma Unidad y en la misma belleza. Todo lo que te digo te concierne, todo lo que te digo sólo son en definitiva las palabras y silencios de tu Corazón que reencuentra su Verbo y su inspiración. Pósate allí donde estás y déjate atravesar por el lance de la vida Eterna, por su Gracia. Bórrate de todo lo que sólo pasa y perece, y levántate tal como un niño, en su inocencia y espontaneidad. El soplo del Espíritu te llama al Verbo vivificador, a la coronación de tu palabra y de tu Presencia, allí donde nada puede ser afectado ni molestado, ni desplazado.

Aúno en ti, por la Gracia de tu Corazón, los cuatro Elementos, vivificando el Éter rarificado de este mundo, por el Éter original, el del soplo inicial, que no es nacido y que jamás acaba.

Porque eres eso y simplemente eso. Y en eso, está todo. Todo lo que pueda ser deseado, todo lo que pueda ser creado y todo lo que pueda ser des-creado, en la misma ligereza, en el mismo Amor.

Deja detrás de ti lo que está muerto en ti. Deja detrás de ti lo que muere en ti, y escucha la llamada de la Vida, la llamada de la vibración, la llamada del Fuego. Y vive el Éter de la Vida, el Éter de Eternidad porque cada tierra es tu tierra, porque eres cada conciencia, allí donde no existe ningún espacio para el juicio, condena o recriminación.

Quédate ahí, percibe y escucha lo que te digo y susurro en el silencio de tu Corazón. Déjate recubrir de la dicha y de la justicia. Déjame nacer y aparecer. Otórgatelo sin reticencia ni reflexión. Se verdadero, espontáneo, ésta es tu naturaleza y tu verdad.

Deposito en ti el Espíritu de Verdad. Deposito en ti la Luz Una. Tú, niño del Único y único niño de la Gracia, déjame amarte, por un Amor sin preguntas, por un Amor sin límite, por un Amor sin dudas. Ábrete. En lo más alto de los cielos y lo más bajo de tu tierra, recorro tu árbol de vida. Y hazte este faro de Luz, este vórtice de Luz. Elévate en la Lemniscata sagrada, elévate a lo más íntimo de tu Corazón, allí donde todo es Uno, allí donde todo es verdadero y allí donde todo es bondad. No retengas nada, suéltate. Tú que eres Gracia, te lleno de mi Gracia. Tú, Luz de ti mismo, Luz de vida.

Vengo a asistirte. No para socorrerte, pues no hay nada a socorrer, sino simplemente para celebrar esto contigo, como con cada uno, a fin de que en tus ojos sólo se vea la Luz, a fin de que en tu boca sólo sea vista la miel de la Verdad, a fin de que tu misma piel se haga Luz. A la vez sin color y a la vez de todos los colores. Los del arco iris y mucho más, los del Cosmos y de lo invisible.

Allí donde todas las frecuencias de tu Corazón como del Universo, cantan la sinfonía de la Resurrección y de la Libertad.

Déjate llevar a ninguna otra parte que a ti mismo, para lo que te doy la mano y junto mis manos en ofrenda como apoyo para tu Corazón.

Soy el bálsamo consolador de lo que podrías aún pensar perder de este mundo, o creer realizar en este mundo. Canto a tus oídos el canto de la Salvación.

Quédate en paz, tú que eres la Paz, porque yo soy la Paz, y yo soy tú.

Silencio…

Tú, el coronado por la Vida y por el Fuego, te ofrezco el anillo de la Libertad, aquel que no te ata a nada ni a nadie, y que sin embargo te hace resonar en cada uno, en la simpatía y empatía. Aquí mismo, en tu humanidad, elévate. Dándote mi Fuego que te da Vida, no la que conoces desde tu nacimiento en este mundo, sino la Vida que nunca ha nacido y que nunca muere, dondequiera que estés, aquí como en todas partes. Ahora es el momento, es el momento justo, y es el momento perfecto para pulir la obra de tu eternidad. Recuerda que no hay nada que edificar, y que todo ya está aquí. Sólo te queda abrir todas las ventanas, las que te protegían, así como lo creías, de los estragos de este mundo. Te invito al paraíso, allí donde todo es blanco, allí donde todo es armonía, allí donde todo es justo.

Deposito en el punto ER de tu cabeza este Éter de Vida, mucho más que la irradiación del Ultravioleta, la emanación de la Fuente y del Espíritu santo. Reunifica lo que todavía piensas tener que reunificar en este centro. Te invito a dar luz tú mismo, si aun no está hecho, a tu Corazón; te invito a apartarte de lo pesado y engorroso; te invito a mí. Te acojo, tendiendo mis brazos hacia ti hasta tocar lo más íntimo. No para apresurarte, no para convencerte, sino simplemente para mostrarte la Evidencia. Percibe este don de Vida, percibe la naturaleza de tu don.

En tu Sacro se reactiva la coronación de lo Masculino y Femenino, conduciéndote al Andrógino que no conoce ni polaridad ni orientación, sino que mora. Por eso mismo te invito a recobrar el conjunto de tus facultades, las de tu Espíritu, las de tu Libertad, a fin de que bailemos juntos e inmóviles.

El Agua de Vida que viene a cantar en tus oídos y en tu corazón, el tiempo de la inocencia y de la pureza porque eres puro, porque eres inocente de todos los pesos que te lastraste, o que se te lastraron. Todo esto era sólo un juego al cual has sido forzado, al cual fuiste enmascarado a ti mismo. En esta comunión, en este momento mismo, todo se juega. En este mismo momento tu corazón exulta en reconocerse en sí  mismo y en mí mismo. Libérate. Sal de todo pensamiento y quédate en la vacuidad. Mora en mi Presencia como en la Presencia de cada uno.

Acoge en Unidad y en Verdad lo que eres, aquí, enseguida, desaparece el tiempo que solo pasa, en este espacio. Nada puede fluir. Todo permanece en esta copa sagrada, recipiente de Vida, recipiente de tu Eternidad. Tú, que eres también el receptor de toda Gracia y de toda vida, de todo don y de todo perdón, porque tal es tú Gracia, que no sufre ni exclusión ni separación.

Deja crecer la llama, déjala elevarse, déjala transportarte en el templo de la serenidad. Es el momento, a cada instante, en cada soplo, y cada día. Cualesquiera que sean las penas de tu cuerpo o de tu vida, parecen tan miserables respecto a la grandeza de lo que eres. No olvides nunca que eres la Libertad, no olvides nunca más que estás en la misma fuente del Amor y la belleza. Despliega tus alas, ya están secas. No tengas miedo. El Amor no tiene temor porque lo trasciende en su Dicha y en su Luz. Ama. Amate y ama a cada uno. Ama todo, sin la menor distinción, sin la menor discriminación. Déjate llevar por la Gracia de tu Corazón.

Cada una de mis palabras, cada uno de mis silencios es un Verbo. Un Verbo poderoso, no dejando lugar a ninguna duda, no dejando lugar a ninguna interrogación.

Deja que el aliento de Vida reine sobre el aliento de tus pulmones. Deja a la Luz vibral palpitar en tu corazón y en tus arterias. Déjame amarte, pues sólo soy tú y también cada otro. Hay todo el espacio y lugar, en el corazón de cada uno, para acoger a cada otro. Este Corazón no tiene ni límite, ni condición, ni tiempo, ni espacio. Vívelo. Todo el resto no es vida, sino un sucedáneo de la vida en la cual tu persona se fijó unos objetivos, se fijó un destino, un camino. No has nacido y nunca morirás. En el Espíritu de Vida, no hay espacio para el nacimiento y la muerte; hay todo el espacio para la perennidad y la Eternidad donde el Coro de los Ángeles da ritmo a  tus experiencias, donde el Coro de los Ángeles te sostiene y te lleva también.

Déjame amarte, más allá de toda contingencia. Déjame recubrir las zonas de reticencia o de resistencia de la dulzura del Amor que es bálsamo regenerador, porque en definitiva todo es perfecto, desde ahora.

Entonces reitero el Fuego del Amor, el Fuego de Vida, el Fuego del Espíritu, en tu corazón, en tu conciencia. Y hasta este cuerpo, el Fuego viene, este Fuego que arde pero no consume, sin destruir, pero que forja tu Luz, la esculpe en la forma del devenir que escogiste en el seno de los mundos de la Libertad.

Tú, niño del Único, soy el que llamaste “mi padre” o “nuestro padre”, lo que está por todas partes y lo que es también inmanente en ti, haciéndote ver que no hay nada a conquistar o buscar afuera, ni en otras partes, que todo está aquí, al alcance del corazón, al alcance de tu escucha, al alcance de tu carne, e incluso en tu carne.

Tú cuyo nombre es caduco en este mundo, tienes un nombre que hace mucho más que nombrar una forma, y que es el nombre de tu Espíritu. Te invito a honrar conmigo el don de la Vida, el don de la Eternidad. Te invito a lo Verdadero como te invito a morar en mí, el sin forma. Me llamo El Impersonal, porque en el Impersonal no puede haber la menor división, la menor separación, el menor confinamiento.

Tú, niño de la Ley del Uno, el Uno siempre estuvo aquí, ya que es a la vez tu esencia y hasta el soporte de tu forma de hoy. Pero no eres esa forma, eres el Amor que no conoce forma.

Te invito a la acción de Gracia por la oración de tu Corazón, que no es ni un esfuerzo ni una voluntad, sino la manifestación de la Evidencia. Te invito a la sonrisa de la Paz sin objeto. Te invito a la sonrisa de la Vida. Te invito a amar todo lo que tus ojos vean, y a amar del mismo modo cada pensamiento que nace en ti y te atraviesa. Amando, no puede manifestarse ni el menor sufrimiento, ni la menor reticencia al Amor y la Verdad.

En este Aquí y Ahora, la Luz crece, aboliendo toda ilusión de distancia y de forma.

Hay en ti como en mí la infinidad de los mundos y el infinito de las creaciones, de todas las experiencias a llevar en la libertad.

Tú, que eres bendecido a cada segundo, de día como de noche, que llores o que rías, la bendición está siempre ahí. Escucha, escucha lo que mi Corazón dice a tu Corazón, escucha el Canto de la Vida.

...Silencio …

Despliego en ti una lluvia de rosas y de bendiciones. En este espacio sagrado de ahora, nada puede inmiscuirse de otro que del Amor y la Luz. Escucha, escucha esta lluvia de Luz que te fecunda, y que te vivifica en este instante, en este momento. Te rindes a ti mismo en cuanto dices “sí” al Amor, a la Vida, a la Eternidad. Incluso mis palabras son en tu ser, esta lluvia de éxtasis, esta lluvia de Luz.

Recoge con tu copa sagrada toda esta Luz. No la guardes, dala. A la vida, a cada uno de ti, a cada herida, a cualquier cosa, sin esfuerzo, sin decidir. Confía en la Inteligencia de la Gracia y de la Luz, en el Amor y la Eternidad.

Entonces esto se despliega en ti. Déjame amarte en Eternidad, por la vida y por la Libertad. Amate también, sin dudas ni frenos. No retengas nada porque el Amor te lleva y te libera. Escucha mis palabras, escucha mi silencio, escucha la Luz y la vibración. Deja la sonrisa de tus labios sonreír a la vida eterna. Tú que eres bendito, cualquiera que sea tu máscara, sea lo que sea lo que vive en ti, todo eso no es nada.

Y aún no he acabado, permíteme hablarte un poco más, y deja a tu Corazón escuchar.

...Silencio …

Déjate recubrir del Manto azul de la Eternidad. Déjate nombrar por el Cristo Uno. Déjate inseminar por toda vida, por todo mundo y entidad, por toda conciencia y por todos los Soles de todos los mundos. Déjame apretarte a mi Corazón, no para oprimirlo o comprimirlo sino para estallarlo de dicha, para dilatarlo al infinito, desde tu Presencia hasta tu Ausencia, en todo Universo y Multiverso. Allí donde la paz no puede ser restringida, allí donde el Amor está por todas partes, allí donde la Luz no deja ninguna sombra, allí donde las palabras son siempre el Verbo de Verdad. Caliéntate en mí y caliéntame en tu Amor infinito, sin límites, sin restricciones.

...Silencio …

Aprovecha el silencio de mis palabras para acoger el Verbo y la quintaesencia. Te amo.

Todo es perdonado en la Gracia, cualquiera que sea el error que hayas pensado tener, no puede subsistir ni ser pensado en el estado de tu Corazón, ahora. En este silencio, todo se hace más amplio, más hondo, más íntimo.

...Silencio …

Sello para siempre en tu Corazón lo que se celebra ahora, no para preservarlo ni atarlo, sino como sello que te certifica, por si lo necesitas, en el Amor y en la Libertad.

Te invito entonces, Aquí y Ahora, a no retener nada, a no frenar nada, a no suponer nada, sino a vivirlo en toda libertad, en toda fraternidad y en toda dimensión.

Mi amigo, mi amado, mi hermano, deja exultar tu Corazón, déja consumir lo que no es Eterno. Allí de dónde Eres, sólo hay dulzura y evidencia de todo lo percibido.

Mi hermano, mi amor, te conozco desde siempre. Aquí como en otras partes, te reconozco en cada vida, en cada danza, en cada forma, en cada vibración que emites, en cada emanación de tu fuente. Déjate ir en la facilidad del Amor, en la inocencia de la Verdad, en la claridad del Verbo. Déjate vivir. No te pongo ninguna condición.

Silencio…

En estos Silencios, todo es sagrado.

En tu Luz y en mi Luz, como en cada Luz, sólo hay la misma Luz que lo es todo. Allí donde no se puede poner calificativo, hasta las palabras “inmensidad” e “infinidad” no bastan para definir lo que Es, porque lo que es, sólo puede ser probado y vivido y no puede ser definido. Porque definiéndolo, se pierde su esencia y traicionamos la belleza de la experiencia. Deja crecer tu Corazón, mucho más vasto que el mismo mundo, éste como otro. Déjate mecer por el soplo de Vida, por el canto del Océano, por el Fuego del Cielo, como de la Tierra.

... Silencio...

Sé que estás, dondequiera que estés, Aquí en mí, como yo vivo en ti. Estamos todos Aquí, hasta sin saberlo, hasta sin vivirlo. Escucha la belleza de tu Corazón cuando éste exulta en la Luz y palpita de Amor sin distinción.

... Silencio...

Aquí y Ahora, el tiempo se suspende. No hay incluso más momentos, no hay más horas que desfilan, no hay más incomodidad, no hay más dudas. El momento ha llegado hasta ti, como hasta mí. Así puedo hablar en tu Corazón, así puedo hablarte de Corazón a Corazón, de oído a oído, de Verbo a Verbo. Te escucho, te veo. Te amo. Ábrete.

... Silencio...

Bendito sea el Eterno de tu Presencia. La Luz y la Verdad están no sólo presentes en ti, sino que son el testigo de tu Presencia, tú que has unido el tres en Uno, haciendo el milagro de una única Vida, habiendo regenerado el Amor eterno, en tu sed como en tus sufrimientos. Sello en ti el Sello de la Resurrección. Sé bendecido.

... Silencio...

Permítete de amarme, en esta comunión donde todas las diferencias se difuminan y desaparecen por si solas. Permítete de estar aquí y en todas partes, donde el don de Amor te llama, poniendo fin a toda apariencia de distancia y de tiempo.

Me inclino ante de ti y me inclino en ti, ante tanta Gracia, a fin de que te dignes a tu vez de bendecirme, a fin de probarme yo mismo, y de probarte tú mismo en la misma conciencia, en la misma dicha, allí donde no hay ninguna diferencia entre tú y cada uno. Abraza el mundo, abraza los Universos, están a tu alcance, velo. Nada puede resistir a nuestra bendición, nada puede oponerse al Espíritu. El Espíritu, como la Luz, como el Amor, lo recubre todo en cada parcela, en cada intimidad. Te invito también a quedarte así, incluso cuando me callo. Cuando guardo silencio, el Verbo obra. El Verbo vivifica lo que debe serlo, a cada instante.

...Silencio...

Te amo. Llegó el momento de estar juntos en el Silencio de la Eternidad, sin moverse, ignorando tu persona, a fin de que también sea bañada en la Eternidad, y a fin de que cada parcela de tu cuerpo de carne, sea bañado en la misma dicha. Este instante, no puede ser olvidado, ni perdido.

Tú que me escuchas, te amo y te bendigo en la triple vibración de la Luz: por primera vez... por segunda vez... y por tercera vez.

En el Fuego de tu Amor, te aúno y me disuelvo en ti, sin perder nada de lo que soy, ni de lo que eres.

...Silencio...

¿Escuchas este Silencio tan perfecto? Sello mis palabras en tu Templo de Eternidad, sello mi Presencia en el corazón de tu Presencia, y desaparezco en el Absoluto de tu no-ser y de tu a-conciencia. En eso te amo, y en eso tú amas. Quédate así, Aquí y Ahora, dondequiera que estés. Si me leíste, cierra tus ojos y deja la magia del Amor abrir, lo que pueda quedar por abrir. Deja libre tu conciencia de permanecer así el tiempo que desee. No hay tiempo, entonces toma todo tu tiempo; como tampoco hay espacio, entonces toma todos los espacios. No puedes perderte porque estás en cada uno, más allá de las apariencias, más allá de los límites y más allá de la carne.

...Silencio...

Me retiro ahora en ti, me disuelvo y ahí descanso. Méceme con tu Corazón, méceme con el canto de tu Espíritu. Estoy aquí para siempre. Nos amamos, porque no podemos hacer otra cosa ni sentir otra cosa. Todo es perfecto, todo es nítido. Guardo silencio. Quédate así...

... Silencio...

Te amo.

... Silencio...

Quedémonos así.

... Silencio...

Cada uno a su ritmo, en silencio y sin ruido, cuando lo desee, abrirá sus ojos y saldrá en recogimiento de la sala.

 

***